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jueves, 4 de agosto de 2011

AQUEL PRIMER AMOR, AQUEL PRIMER DESNUDO.




Desde que yo recuerdo estaba enamorado de mi Vecina. Ella era 8 años mayor que yo. Ya era una mujer, yo todavía un niño, eso no impedía que mi corazón se desbocara cada vez que la veía. Cuando venía a casa a ver a mi hermana mayor, yo dejaba lo que estuviera haciendo y andaba alrededor suyo a la espera  de que necesitara algo y entonces corría a ofrecérselo. Ella me acariciaba el pelo y en ocasiones hasta me daba un beso en la mejilla. Otras veces al sentarse en la silla me cogía entre sus piernas y le decía a mi hermana lo guapo que era. Mi cara se ponía roja y los latidos de mi corazón se oían tan fuertes como las campanas de la iglesia. Yo me sentía feliz. Lo primero que hacía cada día al levantarme era mirar por la ventana por si ella estaba barriendo la puerta de su casa. Cuando así era, me sentaba en el pollo de la ventana y me quedaba allí, observándola, hasta que terminaba.
Aquel verano, mi cuerpo había dado un gran estirón, mi cabeza sobrepasaba a la mayoría de mis amigos, el bello iba apareciendo tímidamente por mi cuerpo y mi voz se había vuelto rara. Hasta aquel día esos eran los hechos más importantes que me habían ocurrido desde las vacaciones de la escuela. Poco después de San Juan, o sea a finales de junio, era la época del primer fruto de la higuera: las brevas. Las brevas  eran mi fruta favorita. Una mañana recordé  que la higuera que había junto a la Fábrica de Luz ya debía de tener las brevas maduras y decidí ir a buscarlas. Aquella mañana me puse mi pantalón corto, mi camiseta blanca y me puse las sandalias de goma para poder meterme en el agua y cogí el Camino del Coto. Por el paso de Lagarto crucé la acequia de La Solana y me fui al Arroyo donde tenía dos nidos de palomas torcaces y quería ver que los pichones todavía no se habían ido del nido. Subí el Arroyo arriba por el interior de la alameda de álamos blancos, cruzándolo por el paso anterior al de La Fábrica, así me evitaba que El Quinto desde su Atalaya, al lado de su cortijo, me viera y mandara a su hijo a ver lo que hacía por allí. Como me entretuve buscando nidos de pájaros por el camino llegué al mediodía a La fábrica y con mucha hambre, así que me subí a la higuera y me puse a comer brevas.
Ya había saciado mi apetito cuando divisé desde lo alto de la higuera un grupo de jóvenes que cruzaban el puente del Arroyo. A pesar de las voces y risas no me había percatado de su llegada por el ruido del agua que bajaba a gran velocidad por el lateral del edificio y que antiguamente producía la electricidad que abastecía a varios pueblos de la zona. La fábrica de electricidad se encuentra cerrada y por la ventana rota se podía ver el interior  vacío donde antes estaba la maquinaria que producía la electricidad. Solo quedaban las puertas que daban al exterior para que la gente no entrara dentro del edificio.
Desde mi atalaya pudo observar que el grupo estaba formado por mozuelas que seguramente irían a bañarse a Fuente Alta, entre ellas pude observar a mi hermana mayor y naturalmente a mi Vecina. No podía permitir que me vieran porque si se lo decían a mis padres me calentarían el culo. He de decir que estaba allí sin permiso de nadie y por lo tanto tenía que esconderme para que no me vieran. Me bajé de la higuera y me escondí detrás del edificio tras una zona de juncos y zarzales a la espera que pasaran de largo y pudiera volver al Arroyo. Pero no pasaron de largo, se pararon en la cascada dejando sus bolsos bajo el castaño loco que hay allí, para darse el primer baño. Rápidamente se quitaron las batas quedándose en bañador y se metieron en el agua que salía de la cascada entre risas y voces. No quedó un pájaro en los alrededores por el ruido que hacían. Sin embargo una de ellas, mi Vecina, no llevaba el bañador puesto y se dirigió al hueco que hay detrás de La Fábrica para ponérselo. Otra se puso en la entrada del hueco y extendió una gran toalla que impedía su vista desde fuera, pero yo estaba dentro sorprendido por los acontecimientos. No sabía qué hacer, si les decía que estaba allí me descubriría y paliza segura, si no decía nada estaba violando su intimidad, opté por callarme y contemplar el espectáculo que se me ofrecía. Cuando se desnudó me quedé atónito. Mi mente se paralizó. Creo que no respiraba. El tiempo se paró. El cuerpo de mi Vecina, resplandecía en aquella penumbra y también en mi corazón para toda mi eternidad. Aunque había imaginado millones de veces su cuerpo nunca pensé que fuera algo tan bonito. Fue solo un momento pero a mí me pareció toda una vida. Después de ponerse el bañador y marcharse al agua yo seguía con los ojos fijos en aquel cuerpo desnudo. Aquella imagen se grabó a fuego en mi retina. Tuve que permanecer allí quieto casi sin respirar durante al menos media hora hasta que terminaron de bañarse y decidieron marcharse camino de La Boca de la Mina para darse un nuevo baño. Salí de allí con la intención de volver a mi casa pero me encaminé detrás de ellas, la posibilidad de que mis padres me dieran una paliza se me olvidó. Al verme mi hermana se enfadó y quería obligarme a volver a casa pero mi Vecina me protegió y la convenció para que me dejaran ir con ellas.
  •   Hemos dicho de que solo veníamos mujeres –gritó mi hermana.
  •    Pero si es solo un niño –decían las demás.
  •   No, que ya está muy crecido, lo sabré yo que le lavo la ropa –decía mi hermana intentando que la apoyaran.
  • Yo me hago cargo de él –afirmó mi Vecina.
  •  ¡Vale! Pero si mis padres dicen algo, tú te las entiendes con ellos.           –sentenció mi hermana.
Mi Vecina sacó una gorra de su bolso y me la puso en la cabeza. Me cogió de la mano y subí la cuesta a su lado como si fuera su novio. Yo me sentía el hombre más feliz del mundo.
  • ¿Tienes bañador? –me preguntaba.
  •  Yo me baño con los pantalones cortos, luego me pongo al sol y se secan.
  • Este verano has crecido mucho. Te estás haciendo un hombre muy guapo
Yo le apreté la mano y ella me miró sonriendo. Cuando nos estábamos bañando en La Boca de las Mina un sonido ensordecedor nos llamó la atención. Era la moto del fotógrafo de Benalúa de Guadix que se llamaba Ramón y que nos hizo una foto para inmortalizar aquel maravilloso día.

2 comentarios :

Hola Antonio, después de leer el relato voy a comprar uno de tus libros en Granada. Ya te comentaré la impresión que me produce.
Juanma (Agés)

Hola Juanma, gracias por pasarte por mi blog, te diré que el cardiólogo me ha dicho que el corazón está bien y que lo de Agés fue cosas de las circustancias. Espero tus comentarios sobre mi libro. Un abrazo.

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