UNOS DÍAS DE HOSPITAL
Hace unos meses, pasé unos días en un Hospital de
Granada, para operarme de una valvuloplastia y una crioablación. Esta es la
historia de mi estancia en aquel lugar.
Llegué el 24 de mayo a La Zubia, hacía calor en la
calle, pero en la casa era peor, saludé a mi hijo Iván y pregunté por mi hija:
- ¿Está la Raquel? –pregunté
Me quité la camiseta y puse la
televisión, luego me senté en el sofá.
- ¿Vamos a ir a algún sitio? -preguntó mi mujer.
- Yo no tengo ganas. –contesté.
- Pues yo voy a ir a comprar al Dani.
- ¡Vale!
Encendí mi mini ordenador y le
puse el pincho, miré las películas, series y obras de teatro que había, elegí
una serie: Stargate Atlantis, en idioma original con subtítulos. Cuando mi
mujer volvió me puse a hacer de comer, comimos y seguí viendo la serie.
Esa noche dormí poco, me
desperté a las cuatro de la mañana, sabía que ya no me dormiría y busqué los
auriculares debajo de la almohada, me los puse y encendí la radio, estaban
repitiendo un programa de Onda Cero, de los que se hacen por la mañana y la
gente participa por teléfono, seguí buscando y encontré la Cadena Ser, tampoco
me gustó lo que había y moví el dial hasta encontrar una emisora de música.
Cuando terminaron las noticias de las ocho me levanté y desayuné, café con
leche y tostada con aceite de oliva y miel.
Esperé que a las nueve se levantara mi
mujer y desayunara, cogí mi bastón y nos fuimos a pasear por el camino de los Ogíjares,
cuando volvimos nos encontramos con el espectáculo de una vecina dando voces y
amenazando a los demás vecinos, pasé del espectáculo, entré en la casa por la
puerta del patio y no quise intervenir para nada.
La cita en el hospital la tenía
a las seis de la tarde, comí con tranquilidad y eché una siesta, a las cuatro y
media, salimos de la casa y nos dirigimos a la parada del autobús, al llegar a
Granada subimos en un autobús de la línea 9 hasta la Plaza de La Caleta.
En el hospital entregamos
los papeles en la recepción de enfermos y nos dijeron que esperáramos en la
sala de espera. Después de una larguísima espera, a eso de las ocho llegó mi
hijo Pablo, y por fin alrededor de las ocho y media nos dieron la habitación y
subimos. Ya instalados surgió el problema de la cena, pues los enfermos
ingresados ya habían cenado. Después de bastantes peticiones y más embrollos
trajeron la cena, fría, pero la trajeron. Después, a esperar.
A la mañana siguiente, después
de la toma de temperatura por una patrulla de jóvenes aprendices, me trajeron
el desayuno y poco después vino a verme el Doctor Lara, el cirujano que me iba
a operar, grandote y sonriente, transmitía tranquilidad, se presentó y nos
contó por encima en qué consistía la operación que estaba programada para el
28. Sus palabras fueron animosas y cuando se marchó mi espíritu quedó muy
relajado.
Por la tarde me hicieron una radiografía y luego
vinieron a verme Rosa y Miguelito y paseamos un poco por el hospital, el resto
del tiempo viendo la tele y charlando con los vecinos de cama. El 27 no sabían
si habría operación, las de ese día se habían suspendido porque no había plazas
en la UCI debido a que algunos enfermos estaban graves y no podían pasar a
planta. A pesar de eso me hicieron una Eco por la mañana, donde por casualidad
me encontré con mi vecina de Roquetas que se estaba haciendo la misma prueba.
Afortunadamente por la tarde nos confirmaron que la operación se haría al día
siguiente a las 9 de la mañana, esa tarde la pasamos haciendo ejercicios de
relajación con la fisioterapeuta también vino a depilarme el barbero.
El 28 por la mañana, me trajeron
un camisón de quirófano y me duché con un jabón especial que llevaba Betadine.
Cerca de las 9 vinieron a llevarme al quirófano, tenía el espíritu tranquilo y
el pensamiento rápido, las historias volaban por mi imaginación. Por el pasillo
fijé mi mirada en el techo, los compañeros de las habitaciones próximas
expectantes, mis pensamientos se centraron en una curiosidad, ¿si hago una
poesía cuando me duerman, la recordaré al despertar?
Pero las palabras no fluían, recordé entonces una
poesía de hace unos meses:
Me acabo de despertar
y el silencio vuelve a mí
como mi corazón a la vida,
llenándome todo de ti,
sonriendo el alma mía.
Ahora respiro despacio
como respira un susurro,
entre sueños blancos,
entre lejanos murmullos.
Cierro los ojos de nuevo,
pero no veo los sueños,
ni el camino que me lleva a ellos.
- ¿Cómo estás?, -me preguntó el anestesista, interrumpiendo mis
recuerdos.
No esperó que le contestara. Me recordó a una
escena de me llamo Earl en la que se ve con el gorro y la mascarilla en un
hospital o algo así.
- Te voy a poner unos parches por todo el
cuerpo.
No me dio tiempo a más. ¡Oscuridad!, no podía
pensar, todo estaba negro, luchaba por abrir los ojos, pero nada existía, solo
el silencio.
Abro los ojos y escucho mi nombre: ¡Antonio!,
¡Antonio!, !Antonio! ¿Cómo estás?, -¡que no estoy sordo!- pensaba, y todo era
murmullo, cierro los ojos y los abro de nuevo, no sabía por qué pero me gustaba
cerrar y abrir los ojos, veo a Paqui, me pregunta pero no sé lo que dice,
¡oscuridad! Mi esfuerzo por abrir los ojos triunfa y los abro, veo a Paqui y a
mis hijos que intentan que los vea, todos me preguntan: ¿cómo estás? Pero yo no
le contesto, no se qué contestar, en realidad no sé lo que me pasa. De pronto
fluyen en mi mente las palabras:
Me acabo de despertar
y el silencio vuelve a mí
como mi corazón a la vida,
llenándome todo de ti,
sonriendo el alma mía.
Ahora respiro despacio
como respira un susurro,
entre sueños blancos,
entre lejanos murmullos.
Cierro los ojos de nuevo.
Pero no veo los sueños
ni el camino que me lleva a ellos.
Entonces lo recordé, supe qué me pasaba y
porqué me encontraba así, pero las palabras no continuaron donde las dejé, sino
qué volvieron al inicio del poema, como si se hubiera reiniciado mi sistema de
vida, -- todo ha salido bien Antonio—me dice una voz, una enfermera me sonríe,
de nuevo aparece la cara de mi mujer, esta vez sonriente y me besa, luego mis
hijos, yo no hablo pero soy consciente de mi vuelta a la vida. El doctor Lara
decía:” una operación sencilla, como unas anginas” pero creo que es algo más, es
un milagro como la propia vida:
Pero el poema seguía en mi cabeza, recordé que no
lo había terminado:
Me acabo de despertar
y el silencio vuelve a mí
como mi corazón a la vida,
llenándome todo de ti,
sonriendo el alma mía.
Ahora respiro despacio
como respira un susurro,
entre sueños blancos,
entre lejanos murmullos.
Cierro los ojos de nuevo.
pero no veo los sueños
ni el camino que me lleva a ellos.
Tendré que soñar despierto,
para volver a tener tus besos.
Me acabo de despertar
y comienza un nuevo día.
Me llevaron al ascensor y me condujeron hasta la
UCI, eran las dos y media, allí me adaptaron a los monitores de control. Cuando
me prepararon entró un momento mi familia, pero se marcharon pronto. Paqui me
dijo que había venido a verme mi cardiólogo: Eduardo Molina, pero yo no
recordaba su visita. Tal vez entró en un momento de ojos cerrados. Cuando se
marcharon, recordé los ejercicios de “la fisio” pero estaba tranquilo y no los
necesité. Mi mente funcionaba como siempre.
“Galea cruzó el claro del bosque y comenzó a
subir la ladera de la sierra por el camino de siempre. El santuario se
encontraba en la cima de la sierra Pequeña, junto a la Fuente de los Dioses, en
una cueva profunda cuyo eco, al entonar las oraciones formaban un ambiente de
gran religiosidad. Cuando llegó al final del bosque escuchó un tropel de
caballos por el camino de la ciudad. Dirigió su mirada hacia allí y vio como un
jinete huía de otro grupo de jinetes, el jinete que huía era íbero, los otros
eran sin duda, soldados cartagineses, parecía que podría escapar pero una
flecha le alcanzó y le derribó. Al caer al suelo se quedó inmóvil, los jinetes
le rodearon y le pisaron con los caballos. Como no dio señales de vida,
guardaron sus armas y continuaron su camino. No le gustaban los púnicos y
aunque su tribu vivía en paz con los íberos, que llegaron a esta tierra hace
muchas generaciones, no era asunto suyo.
Pasó todo el día preparando la ceremonia del día
siguiente, al caer la tarde decidió volver a su alquería cuando vio de nuevo el
cuerpo inerte del íbero. Se acercó y al darle media vuelta para verle la cara
descubrió que estaba vivo”.
Los cuidados de los enfermeros eran frecuentes y me
interrumpían constantemente, aun así la tarde se me pasó muy pronto y a las
cinco entró Paqui y los niños a visitarme. Cuando entraron, yo estaba
despierto, las sabanas estaban un poco subidas y se me veían los pies, los
enfermeros se disculparon ante Paqui por tenerme así, nosotros nos sonreímos
porque eso no era importante. Me contó un poco de lo que me había ocurrido pues
yo no había querido averiguarlo antes. Cuando me llevaron a quirófano el Doctor
Lara los llevó a su despacho y les explicó con un Power Point los pormenores de
la operación, se quedaron impresionados, especialmente Pablo. Gracias al buen
hacer del Doctor Lara mi vida ha mejorado mucho, la verdad es que hacía muchos
años que no sentía la vitalidad que siento ahora. Recordé al Doctor Lara,
grandote y sonriente, transmitía tranquilidad, cuanta sencillez para un trabajo
tan importante. Paqui se marchó y volvió a las ocho con Iván, me acompañaron un
rato y cuando se marcharon me quedé de nuevo con mi silencio.
Como el aire que sube a las nubes
cansado de tanto vagar
alcanza mi pensamiento la cumbre
oscura del soñar.
De cero a infinito
veo la distancia pasar
en enunciado lírico,
solitaria, camina la soledad.
¿Es o no es verdad?
En un sendero tan ancho
como es el de la felicidad,
vamos todos caminando,
tropezando en la oscuridad.
¿Es o no es verdad?
La noche se hizo larga y Galea
volvió de nuevo. Cuando entraba las enfermeras me limitaba a sonreír, ellas no
conocían mi felicidad.