- ¡Buenas tardes! ¿Qué le ha pasado hoy? -le preguntó el camarero interesándose por las causas de su retraso.
- Hoy me ha pasado algo maravilloso.
- Me alegro, ¿y puede saberse que ha sido?
- Estamos solos -le comentó el camarero.
- Es largo de contar, pero si quiere escucharme se lo puedo relatar.
- Ya he terminado mi jornada laboral, tengo todo el tiempo del mundo para escucharle.
- ¿No le espera nadie?
- Me espera mi mujer, pero ya está acostumbrada a mis retrasos. Le escucho.
- Hoy, cuando me dirigía a este bar, al llegar a la avenida, me he encontrado con una preciosa rubia con un vestido rojo y zapatos a juego.
- ¿Una rubia?
- La señora volvía de la compra con una bolsa en cada mano, era evidente que pesaban mucho y con los tacones apenas si podía andar. Me ofrecí a ayudarle y aceptó muy agradecida. Le acompañé hasta su casa y le dejé las bolsas junto al ascensor. Ya me disponía a volverme cuando me dijo con voz angelical:
- Si quiere un café se lo prepararé con mucho gusto.
- Yo nunca rechazo un café -le dije muy cortés y subí con ella a su casa.
- ¿Y qué pasó entonces?, ¿era casada? -le preguntó muy emocionado Efrén.
- Sí, era casada, eso lo supe después. Me senté en el sofá y ella se marchó a la cocina, volvió enseguida con una taza de café que dejó sobre la mesa. Sin mediar palabra se sentó a horcajadas sobre mis piernas y me echó los brazos al cuello. Acercó sus labios a los míos en un beso desesperado que me pareció infinito. Sin separar su boca de la mía, y mientras hundía su lengua en mi garganta, me quitó la camisa y me desabrochó el pantalón. Luego llevó su lengua a mi cuello, bajó por mi pecho y para cuando llegó a mi entrepierna ya me había quitado el pantalón. Yo pensé que el mundo se acababa de placer, pero me equivocaba. Se puso de pie y comenzó a bailar moviendo su melena rubia al tiempo que se quitaba el vestido rojo, siguió con su sujetador de encaje blanco y su tanga también blanco, solo le quedaron los tacones rojos. Se puso entonces de pie en el sofá dejando mi cabeza entre sus muslos, y me llené de su sabor mientras oía sus gemidos hasta que sus muslos se apretaron contra mi cabeza y un temblor recorrió todo su cuerpo. Volvió a sentarse sobre mí, esta vez introduciendo mi miembro en su cuerpo, y comenzó un movimiento infernal que me elevó a otra dimensión hasta que exploté de placer.
- Vístete rápido, a las ocho sale mi marido del trabajo y le estoy preparando una sorpresa.
- ¿Nos volveremos a ver? –le pregunté para saber si esto se repetiría.
- No, lo de hoy ha sido una excepción, sólo he querido agradecerte tu caballerosidad y de camino practicar la sorpresa que le voy a dar a mi marido.
- Seguro que se siente tan feliz como yo. Te estoy muy agradecido. Eres la única mujer con la que he estado en mi vida.
- ¿Nunca habías estado con una mujer?
- Yo soy hombre de un solo amor, ella no me quiso y no volveré a amar.
- Entiendo –me dijo muy compresiva.
- Cariño, me he pintado el pelo rubio y me he comprado este vestido rojo y estos zapatos a juego para cumplir tu fantasía favorita. ¡Vaya sorpresa! ¿Verdad?