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UNA GUERRA SENCILLA

UNA GUERRA SENCILLA es una novela sobre la guerra civil española y la posguerra.

NADIE AMABA A FEDERICO GARCÍA LORCA COMO YO

NADIE AMABA A FEDERICO GARCÍA LORCA COMO YO es una novela sobre la muerte del poeta al comienzo de la guerra cuvil española.

ANIK

ANIK es una novela de fantasía en la que una joven recibe un medallón mágico que le otorga unos poderes extraordinarios.

LA PIEDRA DE SCONE

ANIK sigue luchando para continuar su vida normal y no perder el amor de su vida en su lucha contra los seres alados.

LA INVASIÓN DE LOS REINOS DEL HIELO

El planeta Tierra es atacado por seres de otras dimensiones y ANIK y sus hijos son la clave para defender la tierra y a sus aliados.

80 HISTORIAS DE TU AMOR Y EL MÍO

80 HISTORIAS DE TU AMOR Y EL MÍO es el primer poemario de la TRILOGÍA DEL DESAMOR.

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miércoles, 11 de marzo de 2015

SORTEO "80 HISTORIAS"

SORTEO 80 HISTORIAS



Se convoca el sorteo: “80 historias”, con un premio de una tablet de 10 pulgadas (Dual Core, 4 GB, pantalla multitáctil de 10.1"(1024 x 600 píxeles), nueva a estrenar.
BASES:
1.- Podrán participar todos los compradores del libro: “80 historias de tu amor y el mío”, que sean mayores de edad y tengan su domicilio postal en España. Para ello deberán mandarme un Email a: andosmore@gmail.com  indicándome  su deseo de participar en este sorteo y los cláusulas que ha cumplido. Yo le asignaré los número que le correspondan según los requisitos que cumplan.

2.- La fase de recepción de participantes comenzará con la salida del libro al mercado y finalizará a las 24 horas del día del 11 de junio de 2015. 

3.- El organizador podrá suspender el evento si el número de participantes no supera la cantidad de 50 personas. El 12 de junio de 2015 se publicará la lista de participantes. 

4.- El sorteo se realizará el día 13 de junio de 2015 a lo largo de la mañana mediante un sistema aleatorio por internet o público si se puede. 

5.- El ganador se anunciará en mi blog y en mi perfil de Facebook. Además se le enviará un Email comunicándoselo y solicitando sus datos postales. 

6.- El ganador tendrá treinta días para reclamar su premio. Pasado ese tiempo perderá el derecho adquirido. 

7.- El ganador autoriza al organizador a difundir su imagen con el premio y a comunicarlo a través de internet. Igualmente se compromete a hacer público a través del Facebook que el premio le ha sido entregado. 

8.- Los nombres de los participantes serán destruidos al finalizar el sorteo. 

9.- La participación en este sorteo implica la aceptación de estas bases.

REQUISITOS PARA RECIBIR LOS NÚMEROS CON LOS QUE PARTICIPAR. 

10.- Cada participante recibirá 10 números por cada libro que compre. Si lo recomiendas a un amigo/a, y, este/a lo compra, otros 10 números extras. 

11.- Cada participante que anuncie este sorteo en su perfil de Facebook, recibirá 5 números extras. 

12.- Cada participante que publique en su perfil de Facebook una foto con el libro recibirá 5 números extras. 

13.- Cada participante que publique su muro de Facebook un poema del libro, recibirá otros 5 números extras. 

14.-  Cada participante que se haga seguidor de mi Facebook recibirá  otros 5 números extras.




miércoles, 4 de marzo de 2015

YO NO DEBERIA SER POETA: El lenguaje de los poetas.






La incomprensión  es una característica del ser humano. Todos los hombres y mujeres de esta Tierra lo han sentido en algún momento de su vida, a veces de forma suave, a veces dura, a veces amarga.
Dicen que los poetas son los seres más incomprendidos de todos los seres humanos, yo no sé si tienen razón, pero mi alma se siente así. Ocurre que al comunicarnos con la gente que nos rodea, o con aquellos que nos pueden leer, le trasmitimos un mensaje en un lenguaje cifrado que es el poema. Sin embargo, no somos conscientes de que hablamos otra lengua que solo algunas personas conocen. Y no me refiero a la lengua en la que escribes sino al lenguaje poético, un lenguaje escrito con el corazón. Por eso no todo el mundo entiende la poesía.
Fue Nietzsche el que dijo que entender una frase no es solo captar su sentido sintáctico-semántico, sino también el peso de su enunciación. Por eso, solo algunas personas encuentran el código correcto y saben aplicarlo para comprender el lenguaje de los demás. Ese código se puede adquirir con la experiencia y el sentimiento de comprensión. 
Pero qué ocurre cuando el poeta es tan tímido que las palabras no salen de su boca, y solo tiene el lenguaje de la poesía para comunicarse con la amada. Sencillamente un desastre total. Ese podía ser el resumen de mi vida en la búsqueda del amor.

En el otoño de 1974 estaba enamorado de una chica a la que llamaba “Loquilla” mi comunicación amorosa con ella era a través de la poesía. Una tarde, en Huélago, aunque a aquel lugar lo llamaba “Huefon” porque estaba en Huélago pero tenía mi pensamiento y mi corazón en Fonelas, sentado en una piedra junto a la cueva del Coto, le escribí este poema, quería que ella supiera lo que deseaba decirle de palabra, pero solo era capaz de escribirlo. Naturalmente yo le hablaba pero… ¿ella podía entenderme?


LO QUE QUISIERA DECIRTE

A veces cuando me siento en silencio
allá donde el prado crece en mi mente,
junto a las flores, el agua de la fuente
se acerca hasta mi mano y quedo
sonriendo, entonces siento que no estoy solo.

No, no estoy solo, pienso, pero cuando el agua se aleja
de mi voz al infinito, el mundo se vuelve plomo,
que obstruye mi garganta serena,
que me dice que no hay nadie que sea buena
ni bueno, porque todo se reduce a polvo.

Mas después, cuando surgen tus ojos,
esos que solo yo veo como poeta
que me dicen en callado coro:
“estaré contigo, sienta lo que sienta”.
El tono especial de tu sonrisa
que llega a mi cara como la brisa
y estalla entre mis huesos
dejando un sabor a susurros de besos
que pasean por el prado del silencio,
diciendo: “yo también soy silencio”.

A veces cuando me siento en silencio
allá donde el prado crece en mi mente
junto a las flores, reflejada en mi fuente
aparece tu sonrisa y tus ojos me miran sin miedo.



A comienzos de 1977 me enamoré de nuevo de otra adolescente, también estaba “loquilla”, en esta ocasión la llamé “Yusy”. Al igual que antes mi comunicación amorosa con ella fue a través de la poesía. Por supuesto mi declaración de amor fue un poema. Cientos de poemas, pero tampoco conseguir conectar con ella. ¿Realmente estaba preparada para entenderme? ¿Entendía lo que yo quería transmitirle? Un día en clase le escribí este poema para explicarle todo lo que querían decir mis poesías, ¿creéis que logré que me entendiera? 



PARA QUE LO LEAS

Si yo te hablara de amor
te podría dar felicidad.
Creo que bien sabes
mi corazón te sabría amar.
⎯Eso te dije yo⎯.
Es corta tu poesía.
⎯Me dijiste tú en el recreo⎯.
Abstracta como la soledad,
breve como la vida,
oscura como un callar.
⎯Añadiría yo⎯.
Aparecía tu sonrisa en mi mente
y ya no sabía controlar
las imágenes del pensamiento
que tratabas de ocultar.
Quizás seas tú, mi amiga
escondida en el azar,
ocultando la quimera de tu vida
en un continuo saltar.
Tus ojos me dicen deseos,
me piden besos que no puedo dar.
Mis labios dicen “te quieros”
que no puedo pronunciar.
Quisiera escribirte cosas bonitas
alegres e interesantes.
⎯¡Lo siento!⎯, pero en este instante
mi pensamiento no me da más.
Sigo pensando en tus ojos
que me dicen la verdad,
pequeños, como la primavera,
bonitos, como la arena del mar.
Veo tu sonrisa volar
a lo alto de la montaña,
rodeada de mariposas
que tus labios quieren besar
y tu piel acariciar.
Quisiera contarte mis sueños
llenos de amor y paz
y solo encuentran el silencio que besa
la soledad.

Si yo te hablara de amor
te podría dar felicidad,
creo que bien sabes
mi corazón te sabría amar.
No creas que estoy enfadado con ella,
ni contigo, ni con las estrellas,
solo con el amor que me esquiva,
que me huye,
que no me deja llegar a ti.
Continúo escribiendo sin pensar
este momento del pensamiento.
A la una del mediodía del mes de marzo
de mil novecientos setenta y siete
y siento
que no es lo que tú quisieras oír del viento.
Quisiera escribirte cosas bonitas
alegres e interesantes,
⎯¡lo siento!⎯, pero en este instante
la soledad vuelve a brillar
y el profesor me va a pillar.

Poco después volví a enamorarme y en esta ocasión encontré el amor. El nuevo nombre poético fue “Yipy”. Eso me llevó a creer que había encontrado alguien que podía entenderme, pero con los años descubrí que no era cierto, que tampoco me entendía. Eso me hizo pensar que a lo mejor todo era por ser poeta, si yo no fuera poeta quizás los demás podrían entenderme mejor.



YO NO DEBERÍA SER POETA

Estoy cansado de llorar, a cada segundo que pasa el silencio
ante mis ojos, que están llenos de miedo.

Estoy cansado de sentir la tristeza de la soledad
que ahoga mis palabras, que nada pueden decir
y mueren en mi corazón, sin querer maldecir
otras palabras que lloran por un nuevo amar.

Estoy cansado de mirar el amor que pasó por mi ventana
y despertó antaño, a manos llenas la felicidad,
como un sueño inacabado que viví en la quintana,
como si fuera un loco de atar.

Estoy tan cansado de hablar, que me da miedo la soledad
y las palabras que corroen mi alma,
y me dicen lo que nadie quiere, lo que nadie sabe cantar.

Perdóname por hablar así, tan torpe, tan indirecto,
con poesías que saben a alhelí, a amuleto
a rosas amarillas, a rosas rojas, a palabras
que llenas de silencio escondí en el alma.

Yo no debería ser poeta
para que de forma sencilla pudieras entender mi corazón
cuando piensa en ti, cuando te habla mi alma secreta
con palabras que solo desean cubrir tu piel de amor.

Perdóname por hablarte en silencio y mirarte sin palabras,
por susurrar corazones enloquecidos
que recorren tu piel y tu sombra
y a mi lado, tu corazón no entiende nada,
como si le hablara de demonios y sestercios
en lugar del amor que siente mi alma boba.

Perdóname por ser poeta.

Yo no debería ser poeta. Ni de musas, ni de princesas.
Entonces tú podrías estar contenta,
aunque yo me convirtiera en diablesa,
aunque yo muriera de pena
por no poder ser poeta.

Quizás por a razón decidí que mis poemas y mis escritos tuvieran un estilo sencillo para que pudiera ser entendido por cualquiera que lo leyera. ¿Lo habré logrado? Eso me lo tienes que decir tú que me lees. 


miércoles, 29 de octubre de 2014

80 Historias de tu amor y el mío




Con la ruptura de mi matrimonio, mi corazón dejó de entender el mundo donde vivía y mi mente dejó de funcionar como antes. Al no poder seguir contando historias largas (novelas) comencé a escribir de nuevo poesías y así ha surgido un nuevo libro cuyo título provisional será: 80 Historias de tu amor y el mío. Aquí os dejo un poema del nuevo libro que pertenece al capítulo titulado: El amor roto a trompicones.


45.- TRANSITO AZUL

Me encuentro en el transito azul
camino de la muerte,
usurpando colores inertes
que saben al silencio y a la soledad que me dejaste tú.
Intento respirar despacio, recobrar el aliento
con lágrimas que merodean mis labios enredándolo todo
como un lobo hambriento.
Pero el tiempo ha cambiado, ya es otro.
Es un tiempo que no reconozco, que no siento
en mi corazón desbocado como un potro
alocado en un camino polvoriento.
Todo sucedió de pronto, igual que la creación del mundo
y abro la boca sorprendido y lleno de dolor
mientras el aire insensible mueve mis pulmones en lo profundo
como si fueran marionetas en busca de un nuevo amor.
El transito azul me ha engañado, ha olvidado mi cantar
y mi felicidad, en un oscuro rincón del corazón

que no sabe que se acabó el tiempo de amar.

lunes, 11 de agosto de 2014

LA PRIMERA POESÍA

(Dibujo de Azel Highwind)

Curso, 1965-66.- 8 años.
A LA PAR QUE EL SILENCIO

A la par que el silencio,
a mi casa quiero llegar.
¡A jugar! ¡A jugar!


*****
Yo vivía en un pequeño pueblo, de nombre Huélago, en una casa muy grande al comienzo del Barrio Alto, aunque en realidad la calle se llama Alhambra. Esta tenía un corral donde podíamos jugar y al lado un huerto con higueras y sembrados de mi padre donde teníamos prohibida la entrada. Enfrente de mi residencia vivía Baena, uno de mis mejores amigos. Todos los días, en cuanto salíamos de la escuela, nos íbamos a jugar a mi casa. Un día hablamos de construir nuestra propia choza en el corral para llevar allí a todos nuestros juguetes. Sería nuestro palacio.
Por la noche se me ocurrió que yo podría construirla y darle una sorpresa. Naturalmente no se lo dije a nadie. Era mi secreto. Fui reuniendo los materiales que necesitaba y cuando los tuve listos me preparé para construirla.
El cielo estaba nublado y amenazaba lluvia. Perfecto. Eso significaba que tenía que darme prisa para terminarla antes de que comenzara a llover. La gracia de la choza estaba en que podíamos refugiarnos si llovía y jugar dentro o simplemente ver caer la lluvia sin mojarnos. Todo un acontecimiento a esa edad.
Pero los planes no siempre salen como uno quiere y en cuanto llegué a casa mi padre me gritó:
  ¡Niño, los conejos no tienen hierba!
   ¡Voy ahora mismo! —le contesté con mal humor.

Sabía lo que simbolizaba. A  mis ocho años, ese era el trabajo que me habían encomendado mis padres; mis hermanos mayores y mi padre eran jornaleros, mis hermanas y mi madre hacían los trabajos de casa. Yo, aparte de la escuela, era el responsable de la alimentación de los conejos y de limpiar la zahúrda, y me gustaba  cumplir.
Todos los días, al salir de la escuela, cogía un saco vacío y me dirigía al campo a recoger hierba, era un trabajo difícil pues había que saber distinguir entre la hierba buena y la venenosa, la que más les gustaba a los animales y la que les provocaba diarrea.
Aquel día tenía prisa por acabar la choza, y me contrarió que mi padre me recordara mis obligaciones. Cogí el saco y corrí en dirección a la Pocilla, salté de un brinco el Ramblón y me metí en un maizal que había en la Parata Zorrica. Sabía que allí había un buen careo de Mocos de Pavo y llené el saco en un momento hasta la boca. En media hora había vuelto con mi carga a la espalda. Limpié las conejeras de cagarrutas, con una escoba de rama, y puse la hierba en los comeeros.
Solo entonces me puso a trabajar en mi proyecto. Cuando terminé, cogí mis juguetes, mis libros y me metí dentro al tiempo que comenzaba a llover. Era bonito ver como llovía fuera de la choza y no me mojaba. Mientras esperaba, a que viniera mi amigo, bien pude escribir una poesía como esta.
Realmente ignoro cómo y cuando escribí esta poesía. Solo sé que estaba escrita en una libreta de la escuela del año 1965. Había dos libretas: esta y otra de 1967, ambas tenían poesías, junto a los problemas de matemáticas. Hacia 1973 mis padres reformaron la casa y quitaron el tejado. Todos los muebles y enseres se llevaron a una casita del Arrecife. Cuando se terminaron las obras, se volvieron a su lugar. Fue entonces cuando eché en falta esas libretas y algunos libros antiguos y que tenía valor de coleccionista. Seguramente, alguien consideró que las libretas estaban gastadas y las tiró sin saber que yo las guardaba por las poesías.
Solo conseguir recordar una poesía corta y sencilla de cada libreta, las demás, fueran originales o copiadas, se perdieron.
Tampoco puedo recordar como comencé esto de escribir sentimientos a través de la poesía. Seguramente quise hacer como los poetas que venían en la enciclopedia y en algunos libros que había en la escuela.
En cualquier caso, recuerdo escribir poesías en esas chozas que construía en mi corral y que mis padres destruían cuando les estorbaban y que yo volvía a reconstruir.

martes, 15 de julio de 2014

HAY BODAS Y BODAS

Hoy quiero poneros esta poesía que escribí hace muchos años sobre mi boda y que se perdió. He tardado en recomponerla al menos seis meses y es que recordar cuesta trabajo. Pero poquito a poquito la fui recomponiendo. Naturalmente va acompañada de su historia. La única foto sobreviviente de mi boda la he convertido en dibujo para que así acompañe este poema para el próximo libro de poesías que publicaré.

 En la foto de izquierda a derecha: en el fondo Yipy y yo, delante, su abuela Marcela (fallecida); su tito Paco; su tita Paquita y detrás su marido Tite (fallecidos).



Curso 1977-78.- 20 años.
La Novia.
A la novia le acompaña el novio y unos amigos.
Detrás, familiares y testigos.
La novia no va vestida de blanco.
No hay blanco para ella.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
La novia no va vestida de blanco.
El cura tiene prisa, una boda es mucho trabajo.
La novia ya se ha casado, pero nadie la salvará del castigo
por seguir su corazón y vivir conmigo.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
¿Y Dios qué dirá? Dios no hablará, está callado.
La novia no va vestida de blanco.
No hay blanco para ella.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
¿Quieres? Sí. ¿Me quieres? Sí. Yo también.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
Para que preguntan, si ya estamos casados.
A la novia le acompañan, el novio y unos amigos.
Detrás, familiares y testigos.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.

*****
Vivíamos juntos desde el 10 de octubre de 1977. Esa era nuestra fecha de matrimonio. Sus padres no tuvieron más remedio que aceptar el hecho consumado. Pero claro, no habíamos pasado por la vicaria.

Parece que un día le dijo su madre que «cuándo se iba a casar por la iglesia». Ella me lo dije y le contesté que «lo que tú quieras». De todas formas fui a los juzgados a preguntar que hacía falta para casarse por lo civil y me dijeron que lo primero una declaración de que renunciaba a la «fe católica». A mí me dio risa y me tuve que ir con prisas por la cara del funcionario. Me olvidé de lo civil.

Fuimos a Huélago y hablamos con el cura e hicieron los preparativos. Fijaron la fecha para el domingo doce de febrero de 1978. Fue una boda algo accidentada.

Para acompañarnos vinieron unos amigos de Guadix: Moya, Loly y Antonia que nos habían apoyado en nuestro amor. Mi familia, su familia y algunos testigos más. Antes de salir de casa cogí mi máquina de fotos y la probé para dársela a alguien que nos hiciera las fotos. ¡No funcionaba! Le cambié el carrete y no avanzaba. Estaba rota. ¡Mala suerte! No habíamos contratado a ningún fotógrafo porque no teníamos dinero para eso. Bueno, lo mismo alguien trae cámara de fotos. Salimos de mi casa del Barrio Alto, y tiramos por la Pocilla hasta su casa, donde nos esperaban sus familiares. Su tío, Paco de la Marcela, tenía cámara de fotos y hablé con él para que fuera nuestro fotógrafo. Me dijo que sí, y se lo tomó en serio. Nos pidió que nos pusiéramos todos juntos en la puerta y no hizo la primera foto. En eso que se asoma el cura por el Canto de los Carros, para decirnos que nos diéramos prisa. De camino de la iglesia, mi amigo Moya me preguntó si nos hemos comprado los anillos. Resulta que para casarse hacen falta dos anillos. ¡Joder! Y nadie nos había dicho nada. Se supone que debíamos saberlo, pero resulta que nunca me había casado antes. A  ninguno de los dos se le ocurrió lo de los anillos. Nos prestaron los suyos, ya que ellos si estaban casados.

Comenzamos la ceremonia y todo fue bien hasta que su tío Tite me dio unas monedas antiguas que me dijo eran «las arras». Yo le pregunté «esto para que es». El cura al darse cuenta paró la ceremonia y me lo explicó, yo me lo tomé al pie de la letra y se las di a Yipy, antes de que debiera hacerlo. ¡No! ¡No! Todavía no tenía que dárselas. Me las devolvió para repetirlo y armamos un pequeño jaleo que cabreó al cura. La segunda vez nos salió bien. Luego en la escena de los anillos nos da la risa porque nuestros amigos tenían las manos más pequeñas y no nos cabían en los dedos correspondientes. Bueno, lo importante era casarse. Terminamos la ceremonia y el cura pudo irse a su casa en Fonelas, seguramente muy cansado.

Salimos de la iglesia y nos fuimos a mi casa a dar un pequeño aperitivo a los familiares y amigos. Al día siguiente por la mañana nos fuimos en la Autedia a Granada a seguir con nuestros estudios.

Unos días después, nuestro improvisado fotógrafo, el Tito Paco nos dejó las fotos y los negativos en casa de mi suegra para que nos las dieran y se perdieron. Nadie sabía nada de las fotos y negativos. Pasó el tiempo sin que nadie averiguase ni quisiera saber nada de las fotos y un día en casa de la madre de mi mujer, abrí un libro del mueble del salón y me encontré esta foto que acompaña el texto. Era la prueba de que las fotos habían estado allí. Se trata de una foto que nos hicieron de la visita a su abuela Marcela, la madre de su madre, que no había podido venir a la ceremonia, pero del resto de fotos y de sus negativos nunca más se supo. Nos quedamos sin álbum de bodas. Tampoco nadie quiso averiguar qué había pasado. Jejejejeje.



jueves, 5 de junio de 2014

CUANDO LLEGA LA TARDE



Curso 1975-76.- 18 años.
Cuando llega la tarde

Cuando llega la tarde
y tú no estás,
siento en la oscuridad
el pesar del silencio cobarde
de la tempestad.
Las palabras se oscurecen
en el recuerdo del mar,
cuando en mi alma aparece
esa luz… ¿Será verdad?
La inocencia del pensamiento,
¿la podré creer?
La ira del tormento,
¿la sentiré yo?
Cuando en un momento
siento la felicidad
veo que es un sueño
o quizás ganas de amar.




*****



Cuando estudiaba sexto de bachillerato, vivía en “Casa de Águeda”, cerca del Arco San Torcuato, en Guadix. Al terminar las clases tenía la costumbre ir al parque para intentar ver a la Loquilla de abajo, mi enamorada. Solía esperar que se fuera a su pueblo en el transporte escolar y solo entonces volvía a casa a estudiar. La casa era un piso moderno y las tormentas se oían como si estuvieran dentro. Una tarde, mientras estábamos estudiando, comenzó una tormenta que nos asustó. En la mesa de salón estábamos Rafael, Pepito, Mª Ángeles, Antonia y Mª Luisa y yo. Cerraron el balcón y echaron la persiana para no ver los relámpagos. Era imposible estudiar y comenzaron a contar historias de tormentas.
Mi mente se trasladó a mi niñez cuando mi madre, en cuanto oía un trueno, cerraba todas las ventanas y atrancaba los postigos para que todo se quedara en penumbras. En la chimenea, ponía unas tenazas en forma de cruz, para que no entrara ningún rayo. Curiosamente, quitaba el tarugo de la puerta de la calle y abría la hoja de arriba —«por si a alguien no le da tiempo a ir a su casa, para que se pueda refugiar»— nos decía a mi hermana y a mí. Cuando la casa estaba en penumbras nos refugiábamos en uno de los dormitorios, hasta que dejaban de oírse los truenos. Para entretenernos, recordaba lo que había que hacer cuando nos sorprendía una tormenta, y nos contaba historias que le habían pasado a otra gente por no tener precauciones en estas tardes de lluvia ¾a las tormentas hay que temerle¾ nos decía siempre.
Volviendo a la casa de Águeda, mientras contaban historias, mi pensamiento se trasladaba al parque de Guadix para soñar con ella y escribirle esta poesía añorando su ausencia, al tiempo que simulaba que estudiaba y tomaba apuntes de los libros. 


viernes, 23 de mayo de 2014

Relato erótico: LOS GEMELOS DEL 6º B

Hace poco, un grupo de escritores publicamos un libro de relatos eróticos con la editorial Exebreebooks y cuyos beneficios irán a una ONG. El libro se llama EXTRAVIADOS EN EL FRENESÍ y lo podéis comprar por 10€ en el siguiente enlace: http://goo.gl/w81jtJ

Yo participo con un amplio relato titulado: UN SÁBADO DIFERENTE. Se trata de un amplio relato formado por tres historias entremezcladas: una esposa insatisfecha, dos gemelos con vidas secretas y un matrimonio que utiliza sus fantasias para mantener su amor. Hoy os pongo en esta entrada una de esas historias que trascurren en una ciudad cualquiera. Espero que os guste y compréis el libro.


LOS GEMELOS DEL 6º B

Anochece en la ciudad. La vida es a veces monótona, otras veces exaltada, pero siempre cobra un nuevo valor cuando llega el viernes en la metrópolis y los ciudadanos se disponen a descansar. Unos viven todos los sábados iguales. Otros sueñan con sábados diferentes. Y los que peor lo llevan son aquellos que trabajan el fin de semana.
Habitualmente eso le ocurre a Gloria. Es enfermera en el Hospital General y trabaja todos los fines de semanas en urgencias. Está casada y su matrimonio no le funciona, todo el mundo lo sabe. Desde hacía un tiempo se habían distanciado y la comunicación entre ellos era nula. Para colmo él había comenzado a beber.
No quería seguir así y decidió que haría algo para salvar su matrimonio. Pensó que la mejor arma para activar un matrimonio era el sexo. Sabía que su esposo salía antes del trabajo todos los viernes y decidió sorprenderlo. Se puso un tanga y un camisón  de dormir transparente, rojo, abrió la puerta del armario para verse de cuerpo entero en el espejo interior, a sus treinta años tenía una figura espléndida, se veía guapa y tenía unas tetas bonitas y enhiestas que no necesitaban sujetador. Un cuerpo fabuloso, pero falto de caricias. Se sentó en el sofá  y lo esperó pacientemente.
No volvió cuando salió del trabajo sino varias horas después; y borracho. Ella no se amilanó, lo llevó a la cama, lo desnudó, recorrió todo su cuerpo con la lengua y las manos, pero el miembro seguía flácido; lo acarició con la boca hasta que alcanzó un poco de rigidez y, rápidamente, se colocó encima y lo metió en la vagina. Él pareció reaccionar, moviéndose y diciéndole frases que no entendía muy bien. Intentó seguirle el ritmo, era difícil, su marido aguantó poco, se convulsionó y se quedó quieto. Gloria se sintió frustrada y volvió a su sitio en la cama. Apagó la luz, se tumbó con la mirada fija en el techo; como todas las noches tardó mucho en dormirse.
Un trueno la despertó, miró el reloj de la mesita y aún faltaba mucho para levantarse, tenía turno de mañana. Comenzó a pensar en el trabajo, hacía rato que la tormenta sonaba en el cielo, al principio se escuchaba lejos, ahora la oía muy fuerte, como si estuviese encima de su cabeza, llovía intensamente. Observó a su marido y sintió pena, ¿dónde estaba aquel hombre del que se enamoró? Se quitó el camisón y lo tiró a un lado de la cama con rabia, llevó la mano hasta su pubis y comenzó a acariciarse. Sus pensamientos fueron acompañando sus movimientos.

«Al terminar su jornada laboral, se dirigió al supermercado para hacer la compra. Aparcó y buscó un euro para sacar el carrito, ¾mierda, no tengo suelto¾ , vio uno que estaba sin enganchar y lo cogió, las ruedas no andaban bien y se le iba torciendo, pero siguió con él. Cuando terminó de realizar la compra le dolían los brazos del esfuerzo de conducir el carro. Al intentar ponerse en una cola, las fuerzas le fallaron y el carro se dirigió directamente hacia otro que se acercaba, el estruendo fue muy sonoro, ¾¡mierda, los gemelos del 6º B, con lo buenos que están!¾, pensó ella mientras les pidió perdón e intentó enderezarlo. Ellos la miraron sorprendidos, ¾no pasa nada¾ le dijeron y se fueron a otra cola. Con dificultad llegó a la caja y pagó; al salir se topó con ellos de nuevo —¿Te ayudamos?— le decían mientras le cogían el carro y se lo llevaban hasta el ascensor, ella los siguió en silencio mientras miraba aquellos dos culos apretados y graciosos, en ese momento le hubiera apetecido darles un pellizco.  Le dejaron la compra en el maletero del coche y se marcharon a recoger el suyo para volver a casa.
Gloria arrancó y se dirigió a la salida, en la calle se encontró directamente con la tormenta, el cristal del parabrisas se inundó de agua y apenas si veía la carretera, el tráfico era muy lento y no avanzaba nada. Varios kilómetros después, la circulación se agilizó y respiró aliviada, entonces el coche se paró ¾¿Qué pasa?¾ Gritó desesperada e intentó arrancarlo, pero el motor no se inmutó, ni siquiera hacía ruido y todas las luces del salpicadero se habían apagado ¾¡Mierda, qué hago ahora!¾, los conductores de atrás comenzaron a pitar pero ella no podía hacer nada; buscó su teléfono móvil y recordó que lo había dejado en el sofá; salió e intentó decirles que tenía una avería y necesitaba ayuda para apartarse. Con esa lluvia nadie le hizo caso y los pitidos aumentaron. Entonces volvió a verlos, los gemelos del 6º B se acercaban corriendo sin temor a mojarse, uno abrió la puerta del conductor y, cogiendo el volante, comenzó a empujar, su hermano lo hizo desde atrás; en un momento el coche se encontraba en el arcén. Ella les siguió sin escuchar los gritos que los automovilistas le dedicaban al pasar a su lado — ¡Vaya tetas! ¡Quítate la camiseta de una vez! ¡Esos pezones me los comía yo! — 

Uno de los gemelos la cogió del brazo para que entrara dentro del coche y resguardarla de la lluvia.
¾    Espera dentro, enseguida volvemos ¾se marcharon bajo un manto de agua.
Ella se quedó observando por el espejo retrovisor como corrían a su coche, al momento aparcaron detrás y se subieron con ella.
¾    ¡Cómo llueve, Gloria! ¾le dijo el que entró primero.
Ella no sabía cómo dirigirse a ellos, altos, muy guapos, rubios de ojos azules, no debían pasar de los veinte y aún vivían con su madre. Era todo lo que sabía de ellos, a pesar de ser vecinos desde hacía varios años. Bueno, eso y que conducían un Megane. Nunca se había aprendido los nombres, eran simplemente, “los gemelos del 6º B”.
¾    ¡Joder! ¡Qué mala suerte! Con el día que hace…
¾    Son cosas que pasan, se averían cuando menos te lo esperas ¾le volvió a decir.
¾    ¿Has llamado al seguro? ¾le preguntó el segundo.
¾    Me he dejado el móvil en casa ¾dijo ella con la mirada perdida.
¾    Toma, llama con  el mío, ¡ah! y diles que les dejas las llaves puestas y que te lo lleven al taller que hay junto a nuestro bloque, nosotros te llevamos a casa.
Llamó al seguro y les dio las indicaciones precisas devolviéndole el teléfono a su propietario.
¾    No quiero causaros más molestias ¾comentó disculpándose.
¾    No te preocupes, nuestro maletero está casi vacío y vamos al mismo sitio ¾dijo uno mientras salía del coche y comenzaba a trasladar las bolsas de la compra.
Gloria y el otro gemelo le imitaron. Apenas si se podía ver a un metro de distancia. Cuando terminaron, se metieron dentro. Chorreaban agua por todas partes.
¾    ¡Joder! El coche se va a poner hecho un asco por mi culpa ¾decía ella preocupada.
¾    Tranquila, no pasa nada, ya se secará ¾le contestaron como si fueran uno.
Antes de llegar a la cochera dejó de diluviar, pero ellos ni se dieron cuenta. Sacaron la compra y la acompañaron a su casa. El agua les chorreaba por los pantalones dejando un rastro hasta la puerta.
Entraron en el piso y, tras un momento de duda, se dirigió a la cocina, ellos la siguieron y dejaron las bolsas en la encimera. Rápidamente fue al cuarto de baño a por unas toallas, al entrar no pudo evitar mirarse al espejo. Se estremeció al ver reflejados los pezones y las tetas a través de su camiseta mojada, ahora entendía como la miraban los conductores al pasar y sus gritos obscenos, también entendió la sonrisa de los gemelos  ¾Qué más da, es mi cuerpo¾ se dijo. Cogió unas toallas y se las llevó, se secaron la cara y las manos, el resto seguía mojado por la ropa.
¾    Nos vamos, tenemos que cambiarnos ¾dijo un gemelo cogiendo las bolsas de su compra.
¾    Si hubiéramos comprado la secadora ahora nos vendría genial ¾le dijo su hermano.
Gloria reaccionó y sin saber por qué les dijo:
¾    Yo sí tengo, mi lavadora es también secadora, de aquí no salís con esas pintas.
Para reafirmar sus palabras se quitó la camiseta, a continuación la falda vaquera y hasta su tanga, las echó dentro de la lavadora, se secó con la toalla y también la metió con el resto de ropa. Se volvió hacia los gemelos que la miraban perplejos.
¾    ¡Vamos! Quitaos la ropa, en un momento se lava y se seca.
No dijeron nada, pero le obedecieron, ella recogió y metió sus prendas en la secadora, esperó que terminaran de secarse el cuerpo e hizo lo mismo con las toallas, cuando se agachó para poner el programa adecuado no pudo evitar sonreír al darse cuenta de la postura que había adoptado. Al volverse se quedó parada contemplando como la miraban, sus cuerpos parecían el David de Miguel Ángel, pero sus penes semierguidos tenían vida propia ¾¡Dios, cómo están!¾, pensó mientras decía:
¾    Podemos esperar en el sofá.
¾    ¿Cuánto tardará? ¾preguntó el que más sonreía.
¾    ¿Tenéis prisa? ¾les dijo mientras pasaba entre ellos camino del salón.
No cruzó aquella línea, los dos gemelos al unísono cerraron los brazos y la atraparon, ella no opuso resistencia.
Sintió como sus labios se unían a otros labios que la besaban con dulzura y pasión, como unas manos acariciaban sus tetas con una suavidad delicada, como otra lengua al recorrer su espalda le producía un escalofrío de placer que la extasiaba. Luego le daban la vuelta y comenzaban de nuevo sus caricias. Su cuerpo se había trasladado al mundo de los sentidos, ella cerró los ojos y se dejó hacer. Cuando se dio cuenta se encontraba encima de la mesa de la cocina, a cada lado las manos y las lenguas de los gemelos la recorrían en todas direcciones, si una se dirigía hacia el cuello la otra atrapaba su clítoris y la llevaba casi al éxtasis. No sabría decir cuánto tiempo estuvo así, era como si estuviera en otra dimensión. De pronto, uno de los gemelos la levantó en peso y la abrazó, ella lo rodeó con sus manos y sus piernas, la dejó caer hasta que tropezó con su miembro erguido que se introdujo en su lubricada vagina provocando una exclamación profunda. Gloria sintió como nunca jamás había sentido. A cada vaivén aumentaban sus gemidos. Abrió los ojos cuando notó que se encontraba en el aire, ahora era el otro gemelo el que la penetraba con pasión, sus gritos de placer volvieron a subir y se abandonó de nuevo. Ni sabía las veces que había alcanzado el orgasmo. ¡Aquello era genial! Y no quería que se acabara. Y para nada había acabado. Agarrada al rubio que movía el pene dentro de su cuerpo con una intensidad que la volvía loca, notó como el otro gemelo le puso el miembro en su ano y comenzó a penetrarla con suavidad pero con firmeza, con el mismo ritmo que su hermano. Gloría se sintió sorprendida, iba a decir que no, pero el placer subió por su cuerpo y la llevó de nuevo a un mundo de sensaciones desconocidas para ella. Un rato después los dos gemelos comenzaron a jadear y a convulsionarse acelerando sus movimientos, llevando a los tres a un orgasmo bestial.
Terminaron jadeando, abrazados, de pie junto a la mesa de la cocina. Durante varios minutos  no se movieron ni hablaron. Fue ella la que rompió el silencio.
¾    ¿Nos damos una ducha?
¾    Sí, es buena idea ¾contestaron al unísono.
Abrió el grifo de la ducha y se metieron los tres, ella cogió la esponja poniéndole gel, los fue frotando suavemente y después les fue quitando el jabón. Se hincó de rodillas y cogió sus miembros que descansaban después del trabajo realizado. Hasta ahora no había tenido oportunidad de observarlos de cerca, a las primeras caricias recobraron su rigidez y recorrió su perfil con la lengua, luego los fue introduciendo en su boca alternativamente. Sintió de nuevo el deseo y se los llevó a la cama.
Allí, fue ella la que recorrió sus cuerpos de arriba abajo, primero uno, después otro, luego cabalgó encima de un gemelo con su miembro dentro, hasta que explotó en un orgasmo que no olvidaría jamás. A continuación montó a su hermano y repitió la acción. Se miraron y se sonrieron besándose a la vez.
¾    ¡Ha sido genial! ¾ les dijo ella
Salieron y se sentaron en el sofá, ella fue a la cocina a por la ropa, la sacó y se la llevó. Mientras se vestían recordó que no sabía sus nombres.
¾    ¿Cómo os llamáis?, perdonad pero no lo sé ¾preguntó Gloria.
¾    Yo me llamo…. ¾comenzó a decir uno de los gemelos».

En ese momento sonó el despertador.
Gloria se sobresaltó, retiró la manos de su sexo y lo apagó de un manotazo ¾¡mierda reloj, siempre suena cuando no debe!¾ Respiró hondo, estaba sudando y se sentía cansada, saltó de la cama y se puso la bata. Miró de reojo a su marido que seguía durmiendo. Se metió en la ducha y su cuerpo se refrescó, aquella fantasía la había puesto acalorada. Hacía tiempo que no tenía unos orgasmos tan buenos cuando se masturbaba.
Se vistió, pintó sus labios maquillándose un poquito, miró en su bolso si estaban el móvil y las llaves del coche, salió con rapidez en busca del ascensor. Al abrirse la puerta vio a los gemelos que se encontraban al fondo, saludó y se colocó delante de ellos. No pudo evitar sonreír al recordar su fantasía; respiró hondo sacando su pecho mientras veía reflejado en las paredes metálicas como la miraban de arriba abajo —Quizás algún día les pregunte cómo se llaman y los invite a un buen café — pensó mientras descendían lentamente.
Los gemelos eran de naturaleza aparentemente tranquila, no tenían problemas para dormir. A pesar de su edad la emancipación no llegaba, parecía que ninguno de los dos quería marcharse de casa de su madre. Todos los conocían muy bien, altos, guapos, jamás habían dado un escándalo y siempre iban juntos. Todo el mundo creía que no solo eran iguales físicamente sino que también sus almas se asemejaban. Pero las apariencias engañan y no siempre es lo que parece. Desde que los contrataron como vigilantes, trabajan todos los fines de semana cada uno en un lugar del municipio.
Casi todos los días se parecían, sin embargo este sábado iba a ser diferente, aunque ellos lo ignoraban. Como cada mañana cogieron el ascensor a la misma hora. En el piso de abajo se subió su vecina Gloria, un breve saludo y se puso delante, dándoles la espalda pero irguiendo el pecho para mostrar su magnífico cuerpo. Ellos conocían que su marido era un borracho, toda la comunidad sabe que en cuanto sale del trabajo se mete en el bar de abajo y bebe hasta que no puede más. A su casa solo va a dormir la mona. Todos le tienen lástima.
Con la misma rutina, el ascensor se paró en el segundo y María subió, saludó a sus vecinos que bajaban habitualmente a esa hora con un «buenos días» los tres contestaron brevemente mientras observaban que se había puesto un vestido de gala y se había maquillado más que cualquier día. No hubo tiempo para más. Ella trabajaba como directora de un hospital de una ciudad cercana y le gustaba irse pronto al trabajo, se sentía feliz con su trabajo y con su vida. Aunque como era sábado, hoy saldría a media mañana; aprovecharía para darle una sorpresa al amor de su vida.
Ya en el garaje, ellas  se dirigían a sus coches y ellos al suyo, no volverían a verse hasta el próximo día en el ascensor.
Esta semana el conductor es Jorge, eso quiere decir que llegarían tarde al trabajo porque conducía muy lento y respetaba todas las normas de circulación. Rafael, por el contrario, era muy temerario y le desesperaba la lentitud de su hermano.
Jorge llevó a su hermano a su lugar de trabajo en el polígono tecnológico y luego se dirigió a la galería de comercios donde trabajaba que se encontraba en el centro de la ciudad. Dejó el coche en el aparcamiento próximo donde la empresa tenía reservadas unas plazas para los empleados. Cogió la radio, la documentación y se dirigió a las oficinas para entregárselo a la chica que trabajaba como cobradora y secretaria. Desde hacía cinco años hacía lo mismo. En realidad, la joven no tenía obligación de guardarle nada, pero siempre le sonreía y lo metía en el armario que tenía a sus espaldas. Él le daba las gracias y se marchaba a hacer sus rondas. Llevaba cinco años repitiendo esa misma operación. La verdad es que solo quería verla. Aquella sonrisa lo hacía feliz. Daría media vida por tener la valentía de hablarle, de invitarla a una cerveza o al cine. Aunque la dejaría elegir, él le aconsejaría sobre la película o sobre los actores. El cine era su pasión.
Ese sábado, como siempre a la hora del almuerzo, se pasaba por el aparcamiento para verla salir y dirigirse a un restaurante cercano a comer  y ella, al igual que todos los días, lo saludó con una sonrisa y un gesto con su mano derecha. Él respondió al saludo; en ese momento vio como un coche, cuyo conductor iba despistado buscando un sitio libre, no la vio y la atropelló. El golpe no fue fuerte, pero su cuerpo fue a parar contra una columna y cayó desfallecida. Él corrió desesperado y la recogió del suelo, comprobó el pulso y su corazón se alegró al sentir que latía con regularidad. En unos momentos un numeroso grupo de conductores intentaban ayudarla. Les ordenó que se retiraran y dejaran espacio para que circulara el sucio y maloliente aire que se respiraba en aquel recinto cerrado, y que llamaran a emergencias.
La ambulancia apenas si tardó unos minutos, pero a Jorge se le hicieron eternos. Cuando llegaron los servicios sanitarios permaneció junto a ellos. Mientras la estabilizaban él reparó en el bolso que había quedado bajo un vehículo. Lo cogió, no pudo evitar abrirlo y escudriñar para ver qué llevaba  ¾Clara, se llama Clara¾ pensó al leer el nombre de su carnet de identidad. Uno de los sanitarios se le acercó y le preguntó:
¾    ¿Es usted familiar?
¾    Amigo, soy amigo.
¾    Bien, ¿le va usted a acompañar?
¾    Sí, por supuesto, íbamos a comer juntos ¾mintió.
¾    En ese caso le informaré a usted: tiene una conmoción cerebral a consecuencia de un golpe, ha perdido la conciencia  pero seguramente la recuperará en cualquier momento; apenas si hay inflamación y probablemente no será grave. Tiene también un golpe en la pierna, no sabemos si hay rotura, será trasladada inmediatamente al hospital de San Carlos, allí le harán las pruebas para determinar si hay algo más. Dígame los datos de la chica para la ficha.
Llamó a su compañero para informarle del suceso y le contó que su novia había sido atropellada y que la iba a acompañar al hospital, que él se hiciera cargo de todas las plantas.
Con el DNI en la mano respondió a las preguntas que le hicieron, luego se subió en la ambulancia y se sentó en el asiento del acompañante sin dejar de observarla. Parecía dormida, su cara era redonda con una nariz chata muy graciosa y el pelo moreno con melena por debajo de los hombros. Tenía los ojos cerrados, pero él sabía que eran marrones. Los labios levemente retocados con un tono rosa que habitualmente iban a juego con sus mejillas, pero que hoy marcaban su palidez. Su corazón le decía que estaba bien y que solo era el golpe de su cabecita con la columna.
De pronto abrió los ojos y lo miró extrañada, luego hizo un gesto de dolor y se llevó la mano a la cabeza. El sanitario acudió rápidamente y le contó dónde se encontraba y qué le había pasado, pero ella miraba a Jorge, él le cogió la mano y ella volvió a sonreír.
¾    ¡Tranquila, no ha sido nada! ¾le dijo muy bajito.
¾    ¡Uff! Me duele todo el cuerpo, pero sobre todo la cabeza.
¾    Te has dado un golpe contra la columna. Yo estaba bajando la rampa y lo he visto todo.
¾    ¡Qué tonta! Ni siquiera me he dado cuenta que venía un coche.
¾    La culpa ha sido del conductor, iba mirando los huecos y no se dio cuenta que ibas andando para la salida.
¾    Bueno, todo debe estar grabado en la cámara.
¾    No se preocupe señorita, parece que no tiene nada grave  ¾ le comentó un enfermero.
¾    ¿Quieres que llame a alguien para que venga al hospital a recogerte? —le preguntó el gemelo.
¾    No, yo no tengo a nadie. Mi madre ha muerto y no tengo familia.
En unos momentos llegaron al hospital y Jorge se fue a la sala de espera de Urgencias. Ni se acordó de que no había comido. Volvió a llamar a su compañero y le dijo que su novia estaba muy grave y que no volvería al trabajo. Naturalmente su compañero se enfadó y lo amenazó de dar parte a la jefatura pero no le importó. Allí se encontró con su vecina Gloria que estaba de guardia y le fue informando de la evolución de la chica.
La tarde se le hizo eterna. Por fin, a las cinco de la tarde, salió ella, andando como si no hubiera pasado nada, al verlo puso cara de extrañeza y luego le sonrió.
¾    ¿Todavía estas aquí? Pensé que te habrías marchado.
¾    ¿Cómo me voy a ir sin saber si estás bien?
¾    Eres muy bueno al acompañarme, ni siquiera nos conocemos.
¾    Para que me dejaran acompañarte en la ambulancia, les dije que éramos amigos y que íbamos a comer juntos.
¾    ¿Y tú trabajo?
¾    Ya está arreglado, un compañero me ha sustituido.
¾    Gracias, me llamo Clara y soy tu amiga.
¾    Yo me llamo Jorge y soy tu amigo. Pero no me has dicho como te encuentras.
¾    Bien, no tengo nada roto. Me duele la pierna a la altura de la cadera y la cabeza. Me han dicho que me tome una pastilla para el dolor, que me unte un antiinflamatorio en la cadera y que me tome unos días de reposo.
Se dieron dos besos en las mejillas y caminaron hacia la calle. Ella se cogió de su brazo muy contenta.
¾    Tengo hambre, ¿has comido algo?
¾    No, quería estar ahí cuando salieras.
¾    ¿Por qué?, soy una desconocida.
¾    Me da vergüenza decírtelo.
¾    ¿Vergüenza? No pareces vergonzoso.
¾    Lo soy.
¾    Bueno, dime lo que sea porque vamos a comer a un restaurante que conozco. Yo te invito.
¾    Durante cinco años he soñado con pedirte salir conmigo a cualquier sitio, al cine, que me gusta mucho, a comer… pero nunca me atreví.
¾    Hoy vamos a comer juntos. ¡Eso es un principio!
¾    Sí, porque te ha atropellado un coche.
¾    No hay mal que por bien no venga. A mí me apasiona el cine, pero no me gusta ir sola, cuando terminemos de comer… ¿Quieres invitarme esta tarde? Elige tú la película, a mí me gustan todas.
¾    ¡Genial, Clara!, aunque tú no lo sepas hemos estado muchos días juntos en el cine.
¾    ¡Umm! Vas a tener que contarme muchas cosas que hemos hecho juntos sin que yo lo sepa.
Jorge se puso colorado como un tomate, pero no le contó todo lo que soñaba con ella. La tarde fue maravillosa para ambos. Se encontraban a gusto juntos y parecía que se conocían de toda la vida.
Comieron y después buscaron un cine. Encontraron uno muy cerca, echaban una película cuyo título les gustó a los dos: “Cuando te encuentre”. Ella seguía cogida a su brazo, como si temiera perderlo. La película era una bella historia de amor y les encantó a los dos, de vez en cuando se miraban y sonreían. Al salir a la calle ella volvió a cogerse de su brazo.
¾    ¿Te ha gustado?
¾    Sí, pero parecía que no se iban a entender.
¾    Al final ha triunfado el amor. A mí me gusta que terminen bien.
¾    Y a mí.
Hablaron un rato sobre la película, como lo harían dos viejos amigos; siguieron paseando sin rumbo definido y encontraron una plaza con unos jardines en el centro, se dirigieron a un banco y se sentaron.
¾    Estoy muy a gusto contigo, pero  no sé nada de ti ¾le comentó Clara a modo de interrogación.
Jorge comenzó a contarle su vida con su madre y su hermano gemelo, su trabajo, su soledad...
¾    ¿Hay alguna chica? ¿Estás enamorado?
¾    Sí, hay una chica, pero nunca he tenido valor para decírselo.
Clara se puso rígida y lo miró preocupada.
¾    Trabaja en las oficinas del parking donde te han atropellado.
¾    Y… ¿Cómo se llama esa chica?
¾    Hoy he averiguado que se llama Clara ¾le dijo mirándola a los ojos.
Ella acercó los labios a los de él y lo besó, suavemente primero y luego con intensidad. La voz de unos niños jugando les hizo separarse.
¾    Yo tampoco sé nada de ti ¾le dijo Jorge cogiéndole la mano.
¾    Me acompañas a casa y te cuento todo sobre mí, vivo cerca de aquí.
La acompañó a casa, Clara vivía sola desde el fallecimiento de su madre hacía solo unos meses. Se sentaron en el sofá, ella apoyó su cabeza sobre el pecho del hombre y comenzó a contarle su vida. También se había enamorado de un hombre al que no se atrevía a decirle nada y llevaba esperando que él le dijera algo o que ocurriera un milagro. Un rato después los dos lloraban mientras se miraban sonriendo.
¾    Tengo que llamar a mi hermano para decirle que no voy a recogerlo. Se va a enfadar. Pero por un día, que coja un taxi.
¾    Lo siento, no quería causarte molestias.
¾    ¿Molestias? Es el día más feliz de mi vida.
¾    ¿Preparo la cena?
¾    No sé, se me va a hacer muy tarde.
¾    Puedes dormir aquí… Si quieres.
¾    En el sofá o en la cama.
¾    Elige donde más te guste.
¾    Te elijo a ti.
Llamó a su hermano y luego a su madre. No esperaron a la cena, cuando terminó de hablar, ella lo cogió de la mano y lo llevó hasta el dormitorio donde comenzó a desnudarlo. Él se dejó hacer y luego la desnudó e hicieron el amor.
Rafael se bajó del coche y dijo adiós a su hermano con un gesto, llegaba tarde y eso le ponía de mal humor.  Afortunadamente su jefe todavía no había llegado. Hizo sus rondas y hacia las diez de la mañana se dirigió a la salita del café pensando que un sábado habría poca gente. Escogió las capsulas y se preparó un capuchino, se sentó en el mirador para tomárselo con tranquilidad y ver el trajín de coches circulando por la avenida principal del polígono. Detrás de él entro Sara, la jefa del departamento de tecnología, y cerró la puerta con pestillo. Rafael no puso cara de buenos amigos, ni respondió al saludo, aun así, ella le colgó los brazos al cuello y lo besó en los labios. Luego bajó su mano hasta la bragueta y le bajó la cremallera, le sacó el miembro y se lo acarició, cuando alcanzó el grosor adecuado se puso de rodillas y se lo llevó a la boca. Unos minutos después se levantó y lo frotó en su trasero.
¾    Métela. Por favor.
Rafael obedeció y comenzó a moverse, sabía que no podía negarse. Alguien intentó abrir la puerta y ella se irguió rápidamente, colocándose bien la ropa.
¾    Empuja, está abierta ¾gritó para disimular y se dirigió hacia la entrada para abrir, pero antes le dijo ¾A la una y media te quiero en mi despacho.
Ella se fue y entraron dos chicas de la planta inferior que subían a tomar café.
¾    ¿Qué estabais haciendo? No estarás enrollado con esa arpía le preguntaron.
¾    ¡No, no!, la puerta se ha cerrado sola.
¾    No me lo creo ¾dijo la misma chica.
Rafael se marchó, y continuó trabajando hasta la hora del almuerzo. Se pasó por el despacho de Sara, una cincuentona que no solo era jefa de un departamento, sino también hermana del dueño de la empresa, le hizo el amor en unos minutos para que lo dejara en paz. Luego se dirigió al bar donde comía todos los días y pidió el menú. Tuvo la mala suerte de que en la mesa de enfrente se sentó su ex novia y su ex mejor amigo, ella lo dejó para salir con su amigo, en realidad, llevaban mucho tiempo enrollados y lo sabía todo el mundo, menos él. Pasó mucha vergüenza.
Intentó comer como si no pasara nada, pero le fue imposible; ver como la besaba lo sacó de sus casillas. Salió a la calle y encendió un cigarrillo mientras paseaba. Sus pasos le llevaron al bar que estaba en el otro extremo de la calle y pidió un whisky; cogió un billete de cincuenta y pagó, le pidió al camarero que le diera el cambio en monedas. Se sentó en la máquina tragaperras y se puso a jugar hasta que agotó el último euro. Pasada la hora del almuerzo volvió a su trabajo. Cuando terminó su jornada laboral se dirigió a la parada de autobús donde lo recogía su hermano. Sabía que se retrasaría y se lo tomó con calma, entreteniéndose en contar lo que tardaban en llegar los autobuses.
Finalmente su hermano llamó diciéndole que no iría a recogerlo, que había encontrado una amiga y quería estar con ella ¾Pero si es tan tímido que nunca le habla a una mujer¾ pensaba mientras colgaba el teléfono. Y para colmo se había gastado todo el dinero en la dichosa maquinita.
Iba a volver a llamar a su hermano para contarle su problema pero prefirió que no se enterara y decidió llamar a su amigo Juan, que lo recogió, pero no lo llevó a su casa sino a un apartamento que utiliza como picadero. Se conocían desde el instituto pero nunca habían sido muy amigos. Sin embargo, el año pasado se lo encontró en un bar de ambiente gay y se enrollaron. Se ven cuando tienen tiempo, pero ninguno quiere salir del “armario”. Ambos viven en casa de su respectiva madre y no quieren lastimarlas con esa noticia. Le contó sus desventuras e hicieron el amor. Luego lo llevó a su casa. Al llegar, su madre, muy preocupada, le contó que su hermano no iba a dormir. Él también se preocupó, ¾Jorge no solo es tímido con las mujeres sino que no sabía sobrevivir sin ellos ¿Quién sería aquella chica? Seguramente lo de la amiga sería mentira¾ pensaba mientras lo llamaba por teléfono. Pero la operadora le decía que el teléfono se encontraba apagado o fuera de cobertura. Se fue a la cama preocupado por su hermano ¾Bueno, ya es mayorcito para pasar una noche fuera de casa¾  Por primera vez, desde hace muchos años, los gemelos del 6º B no dormían bajo el mismo techo. Rafael se durmió con una sensación de soledad desconocida para él.
Continua...

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