Hace poco, un grupo de escritores publicamos un libro de relatos eróticos con la editorial Exebreebooks y cuyos beneficios irán a una ONG. El libro se llama EXTRAVIADOS EN EL FRENESÍ y lo podéis comprar por 10€ en el siguiente enlace:
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Yo participo con un amplio relato titulado: UN SÁBADO DIFERENTE. Se trata de un amplio relato formado por tres historias entremezcladas: una esposa insatisfecha, dos gemelos con vidas secretas y un matrimonio que utiliza sus fantasias para mantener su amor. Hoy os pongo en esta entrada una de esas historias que trascurren en una ciudad cualquiera. Espero que os guste y compréis el libro.
LOS GEMELOS DEL 6º B
Anochece
en la ciudad. La vida es a veces monótona, otras veces exaltada, pero siempre cobra
un nuevo valor cuando llega el viernes en la metrópolis y los ciudadanos se
disponen a descansar. Unos viven todos los sábados iguales. Otros sueñan con
sábados diferentes. Y los que peor lo llevan son aquellos que trabajan el fin
de semana.
Habitualmente
eso le ocurre a Gloria. Es enfermera en el Hospital General y trabaja todos los
fines de semanas en urgencias. Está casada y su matrimonio no le funciona, todo
el mundo lo sabe. Desde hacía un tiempo se habían distanciado y la comunicación
entre ellos era nula. Para colmo él había comenzado a beber.
No
quería seguir así y decidió que haría algo para salvar su matrimonio. Pensó que
la mejor arma para activar un matrimonio era el sexo. Sabía que su esposo salía
antes del trabajo todos los viernes y decidió sorprenderlo. Se puso un tanga y
un camisón de dormir transparente, rojo,
abrió la puerta del armario para verse de cuerpo entero en el espejo interior, a
sus treinta años tenía una figura espléndida, se veía guapa y tenía unas tetas
bonitas y enhiestas que no necesitaban sujetador. Un cuerpo fabuloso, pero
falto de caricias. Se sentó en el sofá y
lo esperó pacientemente.
No
volvió cuando salió del trabajo sino varias horas después; y borracho. Ella no
se amilanó, lo llevó a la cama, lo desnudó, recorrió todo su cuerpo con la
lengua y las manos, pero el miembro seguía flácido; lo acarició con la boca hasta
que alcanzó un poco de rigidez y, rápidamente, se colocó encima y lo metió en la
vagina. Él pareció reaccionar, moviéndose y diciéndole frases que no entendía
muy bien. Intentó seguirle el ritmo, era difícil, su marido aguantó poco, se
convulsionó y se quedó quieto. Gloria se sintió frustrada y volvió a su sitio
en la cama. Apagó la luz, se tumbó con la mirada fija en el techo; como todas
las noches tardó mucho en dormirse.
Un
trueno la despertó, miró el reloj de la mesita y aún faltaba mucho para
levantarse, tenía turno de mañana. Comenzó a pensar en el trabajo, hacía rato
que la tormenta sonaba en el cielo, al principio se escuchaba lejos, ahora la
oía muy fuerte, como si estuviese encima de su cabeza, llovía intensamente. Observó
a su marido y sintió pena, ¿dónde estaba aquel hombre del que se enamoró? Se
quitó el camisón y lo tiró a un lado de la cama con rabia, llevó la mano hasta
su pubis y comenzó a acariciarse. Sus pensamientos fueron acompañando sus
movimientos.
«Al terminar su jornada laboral,
se dirigió al supermercado para hacer la compra. Aparcó y buscó un euro para
sacar el carrito, ¾mierda,
no tengo suelto¾
, vio uno que estaba sin enganchar y lo cogió, las ruedas no andaban bien y se
le iba torciendo, pero siguió con él. Cuando terminó de realizar la compra le
dolían los brazos del esfuerzo de conducir el carro. Al intentar ponerse en una
cola, las fuerzas le fallaron y el carro se dirigió directamente hacia otro que
se acercaba, el estruendo fue muy sonoro, ¾¡mierda,
los gemelos del 6º B, con lo buenos que están!¾,
pensó ella mientras les pidió perdón e intentó enderezarlo. Ellos la miraron
sorprendidos, ¾no
pasa nada¾
le dijeron y se fueron a otra cola. Con dificultad llegó a la caja y pagó; al
salir se topó con ellos de nuevo —¿Te ayudamos?— le decían mientras le cogían
el carro y se lo llevaban hasta el ascensor, ella los siguió en silencio
mientras miraba aquellos dos culos apretados y graciosos, en ese momento le
hubiera apetecido darles un pellizco. Le
dejaron la compra en el maletero del coche y se marcharon a recoger el suyo
para volver a casa.
Gloria arrancó y se dirigió a
la salida, en la calle se encontró directamente con la tormenta, el cristal del
parabrisas se inundó de agua y apenas si veía la carretera, el tráfico era muy
lento y no avanzaba nada. Varios kilómetros después, la circulación se agilizó
y respiró aliviada, entonces el coche se paró ¾¿Qué
pasa?¾ Gritó
desesperada e intentó arrancarlo, pero el motor no se inmutó, ni siquiera hacía
ruido y todas las luces del salpicadero se habían apagado ¾¡Mierda, qué hago
ahora!¾, los conductores
de atrás comenzaron a pitar pero ella no podía hacer nada; buscó su teléfono
móvil y recordó que lo había dejado en el sofá; salió e intentó decirles que tenía
una avería y necesitaba ayuda para apartarse. Con esa lluvia nadie le hizo caso
y los pitidos aumentaron. Entonces volvió a verlos, los gemelos del 6º B se
acercaban corriendo sin temor a mojarse, uno abrió la puerta del conductor y,
cogiendo el volante, comenzó a empujar, su hermano lo hizo desde atrás; en un
momento el coche se encontraba en el arcén. Ella les siguió sin escuchar los gritos
que los automovilistas le dedicaban al pasar a su lado — ¡Vaya tetas! ¡Quítate
la camiseta de una vez! ¡Esos pezones me los comía yo! —
Uno de los gemelos la
cogió del brazo para que entrara dentro del coche y resguardarla de la lluvia.
¾
Espera dentro, enseguida
volvemos ¾se
marcharon bajo un manto de agua.
Ella se quedó observando por el
espejo retrovisor como corrían a su coche, al momento aparcaron detrás y se
subieron con ella.
¾
¡Cómo llueve, Gloria! ¾le dijo el que
entró primero.
Ella no sabía cómo dirigirse a
ellos, altos, muy guapos, rubios de ojos azules, no debían pasar de los veinte y
aún vivían con su madre. Era todo lo que sabía de ellos, a pesar de ser vecinos
desde hacía varios años. Bueno, eso y que conducían un Megane. Nunca se había
aprendido los nombres, eran simplemente, “los gemelos del 6º B”.
¾
¡Joder! ¡Qué mala suerte! Con
el día que hace…
¾
Son cosas que pasan, se averían
cuando menos te lo esperas ¾le
volvió a decir.
¾
¿Has llamado al seguro? ¾le preguntó el segundo.
¾
Me he dejado el móvil en casa ¾dijo ella con la
mirada perdida.
¾
Toma, llama con el mío, ¡ah! y diles que les dejas las llaves
puestas y que te lo lleven al taller que hay junto a nuestro bloque, nosotros
te llevamos a casa.
Llamó al seguro y les dio las
indicaciones precisas devolviéndole el teléfono a su propietario.
¾
No quiero causaros más molestias
¾comentó disculpándose.
¾
No te preocupes, nuestro
maletero está casi vacío y vamos al mismo sitio ¾dijo
uno mientras salía del coche y comenzaba a trasladar las bolsas de la compra.
Gloria y el otro gemelo le
imitaron. Apenas si se podía ver a un metro de distancia. Cuando terminaron, se
metieron dentro. Chorreaban agua por todas partes.
¾
¡Joder! El coche se va a poner
hecho un asco por mi culpa ¾decía
ella preocupada.
¾
Tranquila, no pasa nada, ya se
secará ¾le contestaron como
si fueran uno.
Antes de llegar a la cochera
dejó de diluviar, pero ellos ni se dieron cuenta. Sacaron la compra y la
acompañaron a su casa. El agua les chorreaba por los pantalones dejando un
rastro hasta la puerta.
Entraron en el piso y, tras un
momento de duda, se dirigió a la cocina, ellos la siguieron y dejaron las
bolsas en la encimera. Rápidamente fue al cuarto de baño a por unas toallas, al
entrar no pudo evitar mirarse al espejo. Se estremeció al ver reflejados los
pezones y las tetas a través de su camiseta mojada, ahora entendía como la
miraban los conductores al pasar y sus gritos obscenos, también entendió la
sonrisa de los gemelos ¾Qué más da, es mi
cuerpo¾ se dijo. Cogió
unas toallas y se las llevó, se secaron la cara y las manos, el resto seguía
mojado por la ropa.
¾
Nos vamos, tenemos que
cambiarnos ¾dijo
un gemelo cogiendo las bolsas de su compra.
¾
Si hubiéramos comprado la
secadora ahora nos vendría genial ¾le
dijo su hermano.
Gloria reaccionó y sin saber
por qué les dijo:
¾
Yo sí tengo, mi lavadora es
también secadora, de aquí no salís con esas pintas.
Para reafirmar sus palabras se
quitó la camiseta, a continuación la falda vaquera y hasta su tanga, las echó
dentro de la lavadora, se secó con la toalla y también la metió con el resto de
ropa. Se volvió hacia los gemelos que la miraban perplejos.
¾
¡Vamos! Quitaos la ropa, en un
momento se lava y se seca.
No dijeron nada, pero le
obedecieron, ella recogió y metió sus prendas en la secadora, esperó que
terminaran de secarse el cuerpo e hizo lo mismo con las toallas, cuando se
agachó para poner el programa adecuado no pudo evitar sonreír al darse cuenta
de la postura que había adoptado. Al volverse se quedó parada contemplando como
la miraban, sus cuerpos parecían el David de Miguel Ángel, pero sus penes
semierguidos tenían vida propia ¾¡Dios,
cómo están!¾,
pensó mientras decía:
¾
Podemos esperar en el sofá.
¾
¿Cuánto tardará? ¾preguntó el que
más sonreía.
¾
¿Tenéis prisa? ¾les dijo mientras
pasaba entre ellos camino del salón.
No cruzó aquella línea, los dos
gemelos al unísono cerraron los brazos y la atraparon, ella no opuso
resistencia.
Sintió como sus labios se unían
a otros labios que la besaban con dulzura y pasión, como unas manos acariciaban
sus tetas con una suavidad delicada, como otra lengua al recorrer su espalda le
producía un escalofrío de placer que la extasiaba. Luego le daban la vuelta y
comenzaban de nuevo sus caricias. Su cuerpo se había trasladado al mundo de los
sentidos, ella cerró los ojos y se dejó hacer. Cuando se dio cuenta se
encontraba encima de la mesa de la cocina, a cada lado las manos y las lenguas
de los gemelos la recorrían en todas direcciones, si una se dirigía hacia el
cuello la otra atrapaba su clítoris y la llevaba casi al éxtasis. No sabría
decir cuánto tiempo estuvo así, era como si estuviera en otra dimensión. De
pronto, uno de los gemelos la levantó en peso y la abrazó, ella lo rodeó con
sus manos y sus piernas, la dejó caer hasta que tropezó con su miembro erguido
que se introdujo en su lubricada vagina provocando una exclamación profunda. Gloria
sintió como nunca jamás había sentido. A cada vaivén aumentaban sus gemidos.
Abrió los ojos cuando notó que se encontraba en el aire, ahora era el otro
gemelo el que la penetraba con pasión, sus gritos de placer volvieron a subir y
se abandonó de nuevo. Ni sabía las veces que había alcanzado el orgasmo.
¡Aquello era genial! Y no quería que se acabara. Y para nada había acabado.
Agarrada al rubio que movía el pene dentro de su cuerpo con una intensidad que
la volvía loca, notó como el otro gemelo le puso el miembro en su ano y comenzó
a penetrarla con suavidad pero con firmeza, con el mismo ritmo que su hermano.
Gloría se sintió sorprendida, iba a decir que no, pero el placer subió por su
cuerpo y la llevó de nuevo a un mundo de sensaciones desconocidas para ella. Un
rato después los dos gemelos comenzaron a jadear y a convulsionarse acelerando
sus movimientos, llevando a los tres a un orgasmo bestial.
Terminaron jadeando, abrazados,
de pie junto a la mesa de la cocina. Durante varios minutos no se movieron ni hablaron. Fue ella la que
rompió el silencio.
¾
¿Nos damos una ducha?
¾
Sí, es buena idea ¾contestaron al unísono.
Abrió el grifo de la ducha y se
metieron los tres, ella cogió la esponja poniéndole gel, los fue frotando
suavemente y después les fue quitando el jabón. Se hincó de rodillas y cogió
sus miembros que descansaban después del trabajo realizado. Hasta ahora no
había tenido oportunidad de observarlos de cerca, a las primeras caricias
recobraron su rigidez y recorrió su perfil con la lengua, luego los fue
introduciendo en su boca alternativamente. Sintió de nuevo el deseo y se los
llevó a la cama.
Allí, fue ella la que recorrió
sus cuerpos de arriba abajo, primero uno, después otro, luego cabalgó encima de
un gemelo con su miembro dentro, hasta que explotó en un orgasmo que no
olvidaría jamás. A continuación montó a su hermano y repitió la acción. Se miraron
y se sonrieron besándose a la vez.
¾
¡Ha sido genial! ¾ les dijo ella
Salieron y se sentaron en el
sofá, ella fue a la cocina a por la ropa, la sacó y se la llevó. Mientras se
vestían recordó que no sabía sus nombres.
¾
¿Cómo os llamáis?, perdonad
pero no lo sé ¾preguntó
Gloria.
¾
Yo me llamo…. ¾comenzó a decir
uno de los gemelos».
En ese
momento sonó el despertador.
Gloria
se sobresaltó, retiró la manos de su sexo y lo apagó de un manotazo ¾¡mierda reloj, siempre suena
cuando no debe!¾
Respiró hondo, estaba sudando y se sentía cansada, saltó de la cama y se puso
la bata. Miró de reojo a su marido que seguía durmiendo. Se metió en la ducha y
su cuerpo se refrescó, aquella fantasía la había puesto acalorada. Hacía tiempo
que no tenía unos orgasmos tan buenos cuando se masturbaba.
Se
vistió, pintó sus labios maquillándose un poquito, miró en su bolso si estaban el
móvil y las llaves del coche, salió con rapidez en busca del ascensor. Al
abrirse la puerta vio a los gemelos que se encontraban al fondo, saludó y se
colocó delante de ellos. No pudo evitar sonreír al recordar su fantasía;
respiró hondo sacando su pecho mientras veía reflejado en las paredes metálicas
como la miraban de arriba abajo —Quizás algún
día les pregunte cómo se llaman y los invite a un buen café — pensó
mientras descendían lentamente.
Los
gemelos eran de naturaleza aparentemente tranquila, no tenían problemas para
dormir. A pesar de su edad la emancipación no llegaba, parecía que ninguno de
los dos quería marcharse de casa de su madre. Todos los conocían muy bien,
altos, guapos, jamás habían dado un escándalo y siempre iban juntos. Todo el
mundo creía que no solo eran iguales físicamente sino que también sus almas se
asemejaban. Pero las apariencias engañan y no siempre es lo que parece. Desde
que los contrataron como vigilantes, trabajan todos los fines de semana cada
uno en un lugar del municipio.
Casi
todos los días se parecían, sin embargo este sábado iba a ser diferente, aunque
ellos lo ignoraban. Como cada mañana cogieron el ascensor a la misma hora. En
el piso de abajo se subió su vecina Gloria, un breve saludo y se puso delante,
dándoles la espalda pero irguiendo el pecho para mostrar su magnífico cuerpo. Ellos
conocían que su marido era un borracho, toda la comunidad sabe que en cuanto
sale del trabajo se mete en el bar de abajo y bebe hasta que no puede más. A su
casa solo va a dormir la mona. Todos le tienen lástima.
Con la
misma rutina, el ascensor se paró en el segundo y María subió, saludó a sus
vecinos que bajaban habitualmente a esa hora con un «buenos días» los tres contestaron brevemente mientras observaban
que se había puesto un vestido de gala y se había maquillado más que cualquier
día. No hubo tiempo para más. Ella trabajaba como directora de un hospital de
una ciudad cercana y le gustaba irse pronto al trabajo, se sentía feliz con su
trabajo y con su vida. Aunque como era sábado, hoy saldría a media mañana;
aprovecharía para darle una sorpresa al amor de su vida.
Ya en
el garaje, ellas se dirigían a sus coches
y ellos al suyo, no volverían a verse hasta el próximo día en el ascensor.
Esta
semana el conductor es Jorge, eso quiere decir que llegarían tarde al trabajo porque
conducía muy lento y respetaba todas las normas de circulación. Rafael, por el
contrario, era muy temerario y le desesperaba la lentitud de su hermano.
Jorge
llevó a su hermano a su lugar de trabajo en el polígono tecnológico y luego se
dirigió a la galería de comercios donde trabajaba que se encontraba en el
centro de la ciudad. Dejó el coche en el aparcamiento próximo donde la empresa
tenía reservadas unas plazas para los empleados. Cogió la radio, la
documentación y se dirigió a las oficinas para entregárselo a la chica que
trabajaba como cobradora y secretaria. Desde hacía cinco años hacía lo mismo.
En realidad, la joven no tenía obligación de guardarle nada, pero siempre le
sonreía y lo metía en el armario que tenía a sus espaldas. Él le daba las
gracias y se marchaba a hacer sus rondas. Llevaba cinco años repitiendo esa
misma operación. La verdad es que solo quería verla. Aquella sonrisa lo hacía
feliz. Daría media vida por tener la valentía de hablarle, de invitarla a una
cerveza o al cine. Aunque la dejaría elegir, él le aconsejaría sobre la
película o sobre los actores. El cine era su pasión.
Ese sábado,
como siempre a la hora del almuerzo, se pasaba por el aparcamiento para verla
salir y dirigirse a un restaurante cercano a comer y ella, al igual que todos los días, lo saludó
con una sonrisa y un gesto con su mano derecha. Él respondió al saludo; en ese
momento vio como un coche, cuyo conductor iba despistado buscando un sitio
libre, no la vio y la atropelló. El golpe no fue fuerte, pero su cuerpo fue a
parar contra una columna y cayó desfallecida. Él corrió desesperado y la
recogió del suelo, comprobó el pulso y su corazón se alegró al sentir que latía
con regularidad. En unos momentos un numeroso grupo de conductores intentaban
ayudarla. Les ordenó que se retiraran y dejaran espacio para que circulara el
sucio y maloliente aire que se respiraba en aquel recinto cerrado, y que
llamaran a emergencias.
La
ambulancia apenas si tardó unos minutos, pero a Jorge se le hicieron eternos.
Cuando llegaron los servicios sanitarios permaneció junto a ellos. Mientras la
estabilizaban él reparó en el bolso que había quedado bajo un vehículo. Lo
cogió, no pudo evitar abrirlo y escudriñar para ver qué llevaba ¾Clara, se llama Clara¾ pensó al leer el nombre de su
carnet de identidad. Uno de los sanitarios se le acercó y le preguntó:
¾
¿Es
usted familiar?
¾
Amigo,
soy amigo.
¾
Bien,
¿le va usted a acompañar?
¾
Sí,
por supuesto, íbamos a comer juntos ¾mintió.
¾
En
ese caso le informaré a usted: tiene una conmoción cerebral a consecuencia de
un golpe, ha perdido la conciencia pero
seguramente la recuperará en cualquier momento; apenas si hay inflamación y
probablemente no será grave. Tiene también un golpe en la pierna, no sabemos si
hay rotura, será trasladada inmediatamente al hospital de San Carlos, allí le
harán las pruebas para determinar si hay algo más. Dígame los datos de la chica
para la ficha.
Llamó
a su compañero para informarle del suceso y le contó que su novia había sido
atropellada y que la iba a acompañar al hospital, que él se hiciera cargo de
todas las plantas.
Con el
DNI en la mano respondió a las preguntas que le hicieron, luego se subió en la
ambulancia y se sentó en el asiento del acompañante sin dejar de observarla.
Parecía dormida, su cara era redonda con una nariz chata muy graciosa y el pelo
moreno con melena por debajo de los hombros. Tenía los ojos cerrados, pero él
sabía que eran marrones. Los labios levemente retocados con un tono rosa que
habitualmente iban a juego con sus mejillas, pero que hoy marcaban su palidez.
Su corazón le decía que estaba bien y que solo era el golpe de su cabecita con
la columna.
De
pronto abrió los ojos y lo miró extrañada, luego hizo un gesto de dolor y se
llevó la mano a la cabeza. El sanitario acudió rápidamente y le contó dónde se
encontraba y qué le había pasado, pero ella miraba a Jorge, él le cogió la mano
y ella volvió a sonreír.
¾
¡Tranquila,
no ha sido nada! ¾le
dijo muy bajito.
¾
¡Uff!
Me duele todo el cuerpo, pero sobre todo la cabeza.
¾
Te
has dado un golpe contra la columna. Yo estaba bajando la rampa y lo he visto
todo.
¾
¡Qué
tonta! Ni siquiera me he dado cuenta que venía un coche.
¾
La
culpa ha sido del conductor, iba mirando los huecos y no se dio cuenta que ibas
andando para la salida.
¾
Bueno,
todo debe estar grabado en la cámara.
¾
No
se preocupe señorita, parece que no tiene nada grave ¾ le comentó un enfermero.
¾
¿Quieres
que llame a alguien para que venga al hospital a recogerte? —le preguntó el
gemelo.
¾
No,
yo no tengo a nadie. Mi madre ha muerto y no tengo familia.
En
unos momentos llegaron al hospital y Jorge se fue a la sala de espera de
Urgencias. Ni se acordó de que no había comido. Volvió a llamar a su compañero
y le dijo que su novia estaba muy grave y que no volvería al trabajo.
Naturalmente su compañero se enfadó y lo amenazó de dar parte a la jefatura
pero no le importó. Allí se encontró con su vecina Gloria que estaba de guardia
y le fue informando de la evolución de la chica.
La
tarde se le hizo eterna. Por fin, a las cinco de la tarde, salió ella, andando
como si no hubiera pasado nada, al verlo puso cara de extrañeza y luego le
sonrió.
¾
¿Todavía
estas aquí? Pensé que te habrías marchado.
¾
¿Cómo
me voy a ir sin saber si estás bien?
¾
Eres
muy bueno al acompañarme, ni siquiera nos conocemos.
¾
Para
que me dejaran acompañarte en la ambulancia, les dije que éramos amigos y que
íbamos a comer juntos.
¾
¿Y
tú trabajo?
¾
Ya
está arreglado, un compañero me ha sustituido.
¾
Gracias,
me llamo Clara y soy tu amiga.
¾
Yo
me llamo Jorge y soy tu amigo. Pero no me has dicho como te encuentras.
¾
Bien,
no tengo nada roto. Me duele la pierna a la altura de la cadera y la cabeza. Me
han dicho que me tome una pastilla para el dolor, que me unte un
antiinflamatorio en la cadera y que me tome unos días de reposo.
Se
dieron dos besos en las mejillas y caminaron hacia la calle. Ella se cogió de
su brazo muy contenta.
¾
Tengo
hambre, ¿has comido algo?
¾
No,
quería estar ahí cuando salieras.
¾
¿Por
qué?, soy una desconocida.
¾
Me
da vergüenza decírtelo.
¾
¿Vergüenza?
No pareces vergonzoso.
¾
Lo
soy.
¾
Bueno,
dime lo que sea porque vamos a comer a un restaurante que conozco. Yo te
invito.
¾
Durante
cinco años he soñado con pedirte salir conmigo a cualquier sitio, al cine, que
me gusta mucho, a comer… pero nunca me atreví.
¾
Hoy
vamos a comer juntos. ¡Eso es un principio!
¾
Sí,
porque te ha atropellado un coche.
¾
No
hay mal que por bien no venga. A mí me apasiona el cine, pero no me gusta ir
sola, cuando terminemos de comer… ¿Quieres invitarme esta tarde? Elige tú la
película, a mí me gustan todas.
¾
¡Genial,
Clara!, aunque tú no lo sepas hemos estado muchos días juntos en el cine.
¾
¡Umm!
Vas a tener que contarme muchas cosas que hemos hecho juntos sin que yo lo
sepa.
Jorge
se puso colorado como un tomate, pero no le contó todo lo que soñaba con ella.
La tarde fue maravillosa para ambos. Se encontraban a gusto juntos y parecía
que se conocían de toda la vida.
Comieron
y después buscaron un cine. Encontraron uno muy cerca, echaban una película
cuyo título les gustó a los dos: “Cuando
te encuentre”. Ella seguía cogida a su brazo, como si temiera perderlo. La
película era una bella historia de amor y les encantó a los dos, de vez en
cuando se miraban y sonreían. Al salir a la calle ella volvió a cogerse de su
brazo.
¾
¿Te
ha gustado?
¾
Sí,
pero parecía que no se iban a entender.
¾
Al
final ha triunfado el amor. A mí me gusta que terminen bien.
¾
Y
a mí.
Hablaron
un rato sobre la película, como lo harían dos viejos amigos; siguieron paseando
sin rumbo definido y encontraron una plaza con unos jardines en el centro, se
dirigieron a un banco y se sentaron.
¾
Estoy
muy a gusto contigo, pero no sé nada de
ti ¾le comentó Clara a modo de
interrogación.
Jorge
comenzó a contarle su vida con su madre y su hermano gemelo, su trabajo, su
soledad...
¾
¿Hay
alguna chica? ¿Estás enamorado?
¾
Sí,
hay una chica, pero nunca he tenido valor para decírselo.
Clara
se puso rígida y lo miró preocupada.
¾
Trabaja
en las oficinas del parking donde te han atropellado.
¾
Y…
¿Cómo se llama esa chica?
¾
Hoy
he averiguado que se llama Clara ¾le dijo mirándola a los ojos.
Ella
acercó los labios a los de él y lo besó, suavemente primero y luego con
intensidad. La voz de unos niños jugando les hizo separarse.
¾
Yo
tampoco sé nada de ti ¾le
dijo Jorge cogiéndole la mano.
¾
Me
acompañas a casa y te cuento todo sobre mí, vivo cerca de aquí.
La
acompañó a casa, Clara vivía sola desde el fallecimiento de su madre hacía solo
unos meses. Se sentaron en el sofá, ella apoyó su cabeza sobre el pecho del
hombre y comenzó a contarle su vida. También se había enamorado de un hombre al
que no se atrevía a decirle nada y llevaba esperando que él le dijera algo o
que ocurriera un milagro. Un rato después los dos lloraban mientras se miraban
sonriendo.
¾
Tengo
que llamar a mi hermano para decirle que no voy a recogerlo. Se va a enfadar.
Pero por un día, que coja un taxi.
¾
Lo
siento, no quería causarte molestias.
¾
¿Molestias?
Es el día más feliz de mi vida.
¾
¿Preparo
la cena?
¾
No
sé, se me va a hacer muy tarde.
¾
Puedes
dormir aquí… Si quieres.
¾
En
el sofá o en la cama.
¾
Elige
donde más te guste.
¾
Te
elijo a ti.
Llamó
a su hermano y luego a su madre. No esperaron a la cena, cuando terminó de
hablar, ella lo cogió de la mano y lo llevó hasta el dormitorio donde comenzó a
desnudarlo. Él se dejó hacer y luego la desnudó e hicieron el amor.
Rafael se bajó
del coche y dijo adiós a su hermano con un gesto, llegaba tarde y eso le ponía
de mal humor. Afortunadamente su jefe
todavía no había llegado. Hizo sus rondas y hacia las diez de la mañana se
dirigió a la salita del café pensando que un sábado habría poca gente. Escogió
las capsulas y se preparó un capuchino, se sentó en el mirador para tomárselo
con tranquilidad y ver el trajín de coches circulando por la avenida principal
del polígono. Detrás de él entro Sara, la jefa del departamento de tecnología,
y cerró la puerta con pestillo. Rafael no puso cara de buenos amigos, ni
respondió al saludo, aun así, ella le colgó los brazos al cuello y lo besó en
los labios. Luego bajó su mano hasta la bragueta y le bajó la cremallera, le
sacó el miembro y se lo acarició, cuando alcanzó el grosor adecuado se puso de
rodillas y se lo llevó a la boca. Unos minutos después se levantó y lo frotó en
su trasero.
¾
Métela. Por
favor.
Rafael obedeció y
comenzó a moverse, sabía que no podía negarse. Alguien intentó abrir la puerta
y ella se irguió rápidamente, colocándose bien la ropa.
¾
Empuja, está
abierta ¾gritó para disimular y se dirigió hacia la
entrada para abrir, pero antes le dijo ¾A la una y media
te quiero en mi despacho.
Ella se fue y
entraron dos chicas de la planta inferior que subían a tomar café.
¾
¿Qué estabais
haciendo? No estarás enrollado con esa arpía —le preguntaron.
¾
¡No, no!, la
puerta se ha cerrado sola.
¾
No me lo creo ¾dijo la misma chica.
Rafael se marchó,
y continuó trabajando hasta la hora del almuerzo. Se pasó por el despacho de
Sara, una cincuentona que no solo era jefa de un departamento, sino también
hermana del dueño de la empresa, le hizo el amor en unos minutos para que lo
dejara en paz. Luego se dirigió al bar donde comía todos los días y pidió el
menú. Tuvo la mala suerte de que en la mesa de enfrente se sentó su ex novia y
su ex mejor amigo, ella lo dejó para salir con su amigo, en realidad, llevaban
mucho tiempo enrollados y lo sabía todo el mundo, menos él. Pasó mucha
vergüenza.
Intentó comer
como si no pasara nada, pero le fue imposible; ver como la besaba lo sacó de
sus casillas. Salió a la calle y encendió un cigarrillo mientras paseaba. Sus
pasos le llevaron al bar que estaba en el otro extremo de la calle y pidió un
whisky; cogió un billete de cincuenta y pagó, le pidió al camarero que le diera
el cambio en monedas. Se sentó en la máquina tragaperras y se puso a jugar
hasta que agotó el último euro. Pasada la hora del almuerzo volvió a su trabajo.
Cuando terminó su jornada laboral se dirigió a la parada de autobús donde lo
recogía su hermano. Sabía que se retrasaría y se lo tomó con calma,
entreteniéndose en contar lo que tardaban en llegar los autobuses.
Finalmente su
hermano llamó diciéndole que no iría a recogerlo, que había encontrado una
amiga y quería estar con ella ¾Pero si es tan
tímido que nunca le habla a una mujer¾ pensaba mientras
colgaba el teléfono. Y para colmo se había gastado todo el dinero en la dichosa
maquinita.
Iba a volver a
llamar a su hermano para contarle su problema pero prefirió que no se enterara
y decidió llamar a su amigo Juan, que lo recogió, pero no lo llevó a su casa
sino a un apartamento que utiliza como picadero. Se conocían desde el instituto
pero nunca habían sido muy amigos. Sin embargo, el año pasado se lo encontró en
un bar de ambiente gay y se enrollaron. Se ven cuando tienen tiempo, pero
ninguno quiere salir del “armario”.
Ambos viven en casa de su respectiva madre y no quieren lastimarlas con esa
noticia. Le contó sus desventuras e hicieron el amor. Luego lo llevó a su casa.
Al llegar, su madre, muy preocupada, le contó que su hermano no iba a dormir.
Él también se preocupó, ¾Jorge no solo es tímido con las mujeres sino
que no sabía sobrevivir sin ellos ¿Quién sería aquella chica? Seguramente lo de
la amiga sería mentira¾ pensaba mientras lo llamaba por teléfono. Pero
la operadora le decía que el teléfono se encontraba apagado o fuera de
cobertura. Se fue a la cama preocupado por su hermano ¾Bueno, ya es mayorcito para pasar una noche fuera de casa¾ Por primera vez, desde
hace muchos años, los gemelos del 6º B no dormían bajo el mismo techo. Rafael
se durmió con una sensación de soledad desconocida para él.
Continua...