Curso
1975-76.- 18 años.
Cuando llega la tarde
Cuando llega la tarde
y tú no estás,
siento en la
oscuridad
el pesar del silencio
cobarde
de la tempestad.
Las palabras se
oscurecen
en el recuerdo del
mar,
cuando en mi alma
aparece
esa luz… ¿Será
verdad?
La inocencia del
pensamiento,
¿la podré creer?
La ira del tormento,
¿la sentiré yo?
Cuando en un momento
siento la felicidad
veo que es un sueño
o quizás ganas de
amar.
*****
Cuando estudiaba sexto de bachillerato,
vivía en “Casa de Águeda”, cerca del Arco San Torcuato, en Guadix. Al terminar las clases tenía
la costumbre ir al parque para intentar ver a la Loquilla de abajo, mi
enamorada. Solía esperar que se fuera a su pueblo en el transporte escolar y
solo entonces volvía a casa a estudiar. La casa era un piso moderno y las
tormentas se oían como si estuvieran dentro. Una tarde, mientras estábamos
estudiando, comenzó una tormenta que nos asustó. En la mesa de salón estábamos
Rafael, Pepito, Mª Ángeles, Antonia y Mª Luisa y yo. Cerraron el balcón y
echaron la persiana para no ver los relámpagos. Era imposible estudiar y
comenzaron a contar historias de tormentas.
Mi mente se trasladó a mi niñez
cuando mi madre, en cuanto oía un trueno, cerraba todas las ventanas y
atrancaba los postigos para que todo se quedara en penumbras. En la chimenea,
ponía unas tenazas en forma de cruz, para que no entrara ningún rayo.
Curiosamente, quitaba el tarugo de la puerta de la calle y abría la hoja de
arriba —«por si a alguien no le da tiempo
a ir a su casa, para que se pueda refugiar»— nos decía a mi hermana y a mí.
Cuando la casa estaba en penumbras nos refugiábamos en uno de los dormitorios,
hasta que dejaban de oírse los truenos. Para entretenernos, recordaba lo que
había que hacer cuando nos sorprendía una tormenta, y nos contaba historias que
le habían pasado a otra gente por no tener precauciones en estas tardes de
lluvia ¾a las tormentas hay que temerle¾ nos decía siempre.
Volviendo a la casa de Águeda,
mientras contaban historias, mi pensamiento se trasladaba al parque de Guadix
para soñar con ella y escribirle esta poesía añorando su ausencia, al tiempo
que simulaba que estudiaba y tomaba apuntes de los libros.