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El
rey de Alban ha muerto.
Perthisre,
Escocia, 25 de noviembre de 1034
La
espesa lluvia y la ausencia de luna impedían ver el camino por donde cabalgaban
a toda velocidad. Aquel bosque era propicio para un ataque pero con ese tiempo
ningún diablo saldría de sus casas, ni siquiera para una emboscada. Parecía una
de esas noches malditas donde las brujas realizan sus conjuros. El rey de Albán
había muerto y el Consejo de Clanes debía elegir otro miembro con sangre real
para que ocupara el cargo vacante. El nuevo rey debía ser elegido por el
Consejo antes del entierro en la isla de Iona. Después del entierro debía ser
investido por el prior como rey de Albán. Ese era el acuerdo con el que sus
antepasados pictos habían llegado con los escottis procedentes de la isla de Irlanda
hace varios siglos. Sin embargo siempre había que combatir la tentación de que
el rey eligiera su sucesor.
El
Consejo de Clanes estaba formado por todos los nobles de los cuatro sub-reinos
que formaba el reino de Alban, incluidos los reyes que ostentaban distintos
títulos pero cuyo poder dependía de la fuerza de las familias que gobernaban.
El rey tenía derecho a un ejército que debía mantener y los demás señores
debían aportar los hombres que le correspondían. Sin embargo las revueltas eran
continuas y las batallas para garantizar el poder de los reyes innumerables. Los
nobles se aliaban o se enfrentaban para tener más poder o para que el vecino no
lo tuviera.
MacBethad
cabalgaba junto a sus hombres para llegar lo más pronto posible al monasterio. Como
Maoer había sido convocado, igual que el resto de nobles. Además su ascendencia
le permitía tomar el trono como nieto del rey Malcolm II y su esposa era nieta
de Kenneth II por lo tanto tenía ascendencia por línea paterna y por línea
materna. Pero debía de contar con los apoyos necesarios para no errar su
proyecto. Para eso quería llegar primero y ofrecer acuerdos ventajosos, no se
fiaba de su principal oponente Donchadh Mac Crínáin, hijo de Crinán, abad del monasterio
de Dunkenld y de Bethochija del rey Owen de Strathcycleque le había mostrado
enemistad desde que sucedió en el trono como heredero legítimo por línea
materna.
Cabalgaba
preocupado, se jugaban mucho para pensar que los demás iban a actuar con juego
limpio. Tenía la sospecha de que el abad pudiera acometer alguna estratagema
para que su hijo fuera nombrado rey. Por ello había tomado algunas precauciones
en una noche tan aciaga. No encabezaba la marcha de su pequeño ejército sino
que iba vestido como un soldado más y en medio del grupo. Al frente, su
lugarteniente, vestido con los colores de su casa encabezaba la formación
militar que cabalgaba a todo galope. Iba pensando en lo que ofrecería a los
demás nobles cuando su caballo tropezó con el anterior y casi cae al suelo.
Escuchó los primeros alaridos y gritos de dolor. La mayoría de los hombres
estaban por los suelos y eran saeteados sin que pudieran ver a sus enemigos. La
oscuridad de la noche y la lluvia intensa del otoño impedían ver nada de lo que
ocurría. Al parecer unos troncos cerraban el camino y los caballos tropezaron
con ellos y lanzaron por los suelos a sus jinetes. Enseguida una lluvia de flechas
cayó encima de ellos y la mayoría de los hombres murieron en los primeros
momentos. Solo se oían gritos y maldiciones, ni siquiera había un lugar donde
refugiarse y si lo había no se veía. MacBethad se dio cuenta de la situación y
se agachó sobre su caballo que milagrosamente permanecía en pie y volviendo
grupas lo espoleó tornando por donde había venido. Ninguno de sus hombres le
siguió y se sintió solo. Poco después escuchó el galope de un grupo de
caballos, no sabía si sería sus hombres o sus enemigos. Es probable que los
suyos hubieran muerto y los perseguidores intentaran matarlo. No podía
arriesgarse y se apeó del caballo, lo cogió por las bridas llevándolo muy corto
para evitar que pudiera hacer ruido y abandonó el camino adentrándose en el espeso
bosque. Siguió escuchando el ruido de la lluvia pero el agua ya no le caía
directamente sino que se desprendía suavemente de las hojas de los arboles.
Anduvo
durante varias horas sin saber dónde se encontraba. Por fin se decidió
descansar y ató al caballo en unas ramas y se sentó debajo de un gran roble.
Esperaría al amanecer para continuar.
La
lluvia continuó durante el resto de la noche. Tuvo tiempo para reflexionar.
Había caído en una emboscada tontamente, sabiendo lo que se jugaba debía de
haber enviado un explorador por delate para comprobar que no había ninguna
trampa. Pero no había tenido tiempo de pensar, su idea de llegar primero
parecía que había sido utilizada por alguien que le conocía bien. ¿Quién sería
el traidor? Podría ser cualquiera, indudablemente el responsable sería sin
lugar a dudas Donchadh, pero también sabía que no podía demostrarlo ya que por
la mañana todas las pruebas habrían sido destruidas por los atacantes o por la
lluvia.
Presentarse
solo en la reunión del Consejo era fracasar. Lo verían como derrotado y nadie
lo apoyaría. Debía de regresar a su castillo y recomponer su ejército. Lo más
probable era que los hombres que lo acompañaban hubieran muerto, incluso su
primo y lugarteniente Edward. Afortunadamente el grueso de su ejército lo tenía
desplegado en la frontera del reino de Strathcycle en previsión de una invasión
por parte de este. Luego mandaría emisarios a los demás nobles para conocer la
situación y actuar en consecuencia.
Con
la oreja alerta por si oía algún ruido diferente a la lluvia, su mente se
trasladó al pasado. Debería haber previsto que su primo haría alguna
estratagema para que muriera y no pudiera reclamar el reino. Recordó como su
abuelo Malcolm había matado a su primo que era el heredero legítimo al trono y
la corana fue asumida por él. Ahora podría ocurrir algo parecido, salvo que
milagrosamente había escapado de la emboscada pero se encontraba perdido en un
bosque sin saber hacia dónde había caminado ni donde estaban sus enemigos.
Desde
la victoria sobre Canuto, rey de Inglaterra y de Dinamarca, en 1018 en Carham,
el reino de Pichland o Alba como lo llamaban ahora había conseguido cierta
unidad de mando en su rey, sin embargo existían todavía cuatro reyes como
gobernantes de los cuatro territorios más importante de las tierras pictus.
Había
que acabar con el poder de esos gobernantes y tener un solo rey para todo el
territorio, Strathcycle, Boercia, Dal Riada y Pichland debían desaparecer como
reinos y él Mormaer de Moray podría ser el lazo de unión de todos.
Hacía
siglos que los pictos y los gaelos se habían fusionado y constituido un reino
único. La lengua de los pictos se estaba olvidando por sus dificultades
fonéticas y el gaélico se hablaba por toda la población, incluso los sajones se
había adaptado a la nuevas lengua como medio de comunicación. El nuevo reino de
Albán o de Scotland debía de ser el reino de todos.
Su
pensamiento se vio interrumpido por un ruido lejano de voces que se oía a lo
lejos. Se levantó y cogió su caballo y se dispuso a huir en dirección
contraria. Ni se había dado cuenta de que había dejado de llover y las nubes se
habían marchado porque la claridad del amanecer se filtraba entre los árboles
que aún dejaba caer lentas gotas de agua.
Sintió
curiosidad por quien producía ese ruido y se dirigió imprudentemente hacía él.
Poco después lo situó cercano y ató su caballo para acercarse a pie. Las voces
se hicieron claras tras un montículo y se arrastró hasta que pudo ver lo que
ocurría. Un grupo de hombres cavaban un gran agujero junto a un camino, se dio
cuenta de que al lado, un montón de cuerpo se amontonaban esperando ser
enterrados en aquella sepultura. Se trataba de sus hombres masacrados en la
emboscada. Al parecer en lugar de alejarse del lugar había estado dando vueltas
en la oscuridad para volver al mismo lugar.
1 comentarios :
Suele suceder que la desesperación por erigirse en el poder, los vuelva obtusos y no consigan planear. Muy buen relato, y bien construido, algo importante para sumergirse en la lectura. Felicitaciones!
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