El 15 de agosto era una fecha en la que a Moreno le
gustaba ir a Huélago, no solo por la fiesta sino porque coincidía con mucha
gente, que por haber emigrado del pueblo para ganarse la vida, volvía para
visitarlo. El Ayuntamiento y los Mayordomos habían transformado la primitiva
fiesta de la virgen tramposa en una fiesta patronal especial para los
forasteros y totalmente financiada por La Corporación Municipal. Las fiestas
habían comenzado este año el día 11 con la proyección de una película “Avatar”
en la plaza del pueblo; el día 12 una comedia “La mala vida”; el día 13 varias
actividades y la actuación de la orquesta local: “Los Gallipavos”; el 14 varias
actividades y por la noche la actuación del conjunto musical “Gin Tonic” y el
Castillo de fuegos artificiales en La Pocilla, amenizada cada ronda por un
pasodoble de la Orquesta de Pedro Martínez; el 15 misa y procesión y a las dos
la comida popular en la plaza del pueblo, por la tarde juegos y una nueva
procesión, y por la noche baile en la misma plaza con el grupo “Ala Delta”; la
fiesta terminaba el 16 a las ocho de la tarde con la Traca Final.
Moreno llegó el 14 al mediodía, comió y se echó la
siesta, luego se dio un paseo por la vega al atardecer, cuando volvió se sentó
en su puerta al fresco y desde allí escuchó la música del conjunto que tocaba
en La Plaza. Al día siguiente se levantó a eso de las siete y fue a tomar café
al bar de la esquina donde saludó a muchos paisanos que visitaban su pueblo por
esas fechas y luego, a las ocho se fue a dar un paseo por la vega. En La
Esquina saludó a los cazadores que esperaban la llegada de un coche para
desplazarse al lugar de caza, al ser un día de fiesta y el primer día que se
abría la veda había gran cantidad de cazadores por todo el campo de Huélago,
siguió Rambla abajo y al llegar al cruce de la Estación decidió ir por la
carretera, cuando llegó al barranco Las Cuevas dio media vuelta para volver al
pueblo, en los bordes de la vega se oían las voces y los disparos de los
cazadores, en algunas ocasiones parecía que los disparos podían herirte y
encogías el cuerpo al tiempo que mirabas alrededor y acelerabas el paso. Hacia
las nueve ya estaba de nuevo en el pueblo bebiendo agua en La Pocilla, libre de
los disparos de los cazadores, luego se dirigió a su casa donde descansó. Hacia
las doce llegó su hermano y le cambió el grifo del corral y charlaron un rato
hasta que llegó la hora de la procesión. Cuando llegaron a la iglesia la
procesión ya había salido, en la Placeta Paulino se encontraron con ella y se
pusieron a caminar detrás de San Juan pero había tanta gente que saludar que
apenas si pudieron atender a la procesión, cuando esta terminó la gente fue cogiendo mesas en la carpa para
comer. El ayuntamiento financiaba toda la fiesta y la comida de hermandad que
se realizaba en la plaza era muy bien acogida por todo el pueblo. Este año la
comida era de barbacoa – mucha grasa – pensó Moreno y aceptó ir a comer con su
hermano a la casa de un amigo, después de la tertulia volvieron a la casa y su
hermano se marchó a la Puebla Don Fadrique, donde vive.
Cuando se quedó solo, se dedicó a recorrer la casa,
primero la planta baja, habitación por habitación, luego la planta de arriba a
la que llamaban “la cámara”, cada una tenia mil historias que recordar. En la última
de las habitaciones, su antiguo dormitorio, tenía unos pocos ordenadores viejos
de los que la gente tira y los utilizaba para aprender a montarlos con piezas
de segunda mano que compraba por internet, eran muy antiguos y no tenían
capacidad para los programas modernos pero allí pasaba el tiempo cambiando las
piezas y probando configuraciones con la sola idea de aprender y entretenerse.
Aquel día iba a ocurrir algo que cambiaría su vida en los
próximos años. Se puso a encender uno de aquellos ordenadores y mientras
arrancaba el Windows 95 se puso a mirar la habitación. Al entrar a mano
izquierda había un hueco en la pared, similar a una ventana, pero la pared daba
a otra habitación: la Cámara Larga, que ahora se utilizaba de trastero. Le
llamó la atención una grieta que se había producido en el lateral de aquel
hueco, se acercó y comprobó que la raja era profunda, escarbó con el
destornillador y comprobó que la grieta se agrandaba fácilmente – debe ser de
la humedad, tendré que arreglarlo con yeso – pensó mientras iba agrandando la
grieta, entonces una piedra se desprendió de la pared y apareció a la vista lo
que parecía un gran agujero.
¾
¿Qué
es esto? Gritó en voz alta, aunque estaba solo.
La pared estaba construida con piedras y barro, este
invierno había llovido mucho y la humedad había penetrado en toda la pared, eso
hizo que la pared alrededor del hueco se fuera desmoronando con solo tocarlos
con el destornillador, el hueco intuía un agujero grande.
¾
Parece
un agujero hecho a propósito, tal vez esconda algo.
El corazón se le aceleraba, respiró hondo y se sentó,
hacía dos meses y medio que se había operado del corazón, y aunque todo iba
bien, no dejaba de estar preocupado. La operación salió perfectamente y ya
desde el quirófano el corazón le latía con regularidad y con ritmo sinusal, la
insuficiencia cardiaca había desaparecido igual que la arritmia, ahora tocaba
curar la herida del pecho. Tenía que ser cauto en todas sus acciones.
Recordó los ejercicios de relajación y al rato su
respiración volvió a la normalidad, se levantó de nuevo y fue a buscar un
cincel y martillo – tal vez sea un tesoro –pensó.
Con el cincel fue agrandando el agujero hasta que vio un
bulto oscuro de color marrón, el corazón de nuevo se aceleraba, pero esta vez
no paró. Cogió el fardo con las dos manos y con mucho cuidado lo fue sacando,
no sabía que tenía entre las manos, apartó con el codo un ordenador que había
sobre la mesa y depositó el objeto sobre ella. Acercó la silla a la mesa y con
cuidado desató los cordeles de cuero que lo ataban, luego fue descubriendo la
envoltura que parecía de piel de oveja, al fin descubrió el tesoro que ocultaba
aquel pellejo: ¡eran libros sin encuadernar! La primera hoja estaba suelta y
escrita en árabe, el resto eran seis legajos atados con cuerdas de piel,
también escritos en árabe. El texto era manuscrito y de gran belleza.
¾
No
sabía que la casa fuera tan antigua, esto está escondido desde el tiempo de los
moros -pensó para sí de nuevo.
El papel,
amarillento, muy grueso y de tacto rugoso, se encontraba en buen estado y no
parecía tener nada que le hiciera peligrar su integridad. Lo llevó al armario y
lo guardó allí. No sabía qué hacer si lo enseñaba lo tendría que entregar para
su estudio, primero quería saber que decían, pero los escritos estaban en árabe
y él no sabía árabe.
Esa noche no se durmió hasta el amanecer, justo cuando
pensaba levantarse a tomar café. Se despertó a las diez de la mañana y fue al
armario, observó de nuevo aquellos legajos y pensó que tenía que buscar alguien
que le tradujera aquello.
Buscó en las cámaras una carpeta y metió
la hoja suelta, se marchó al bar de la Esquina a tomar café donde preguntó a la
gente;
¾ ¿En
qué cortijo vive el moro?
Le explicaron donde vivía y como se iba.
Allí se dirigió. Al llegar al cortijo, los perros comenzaron a ladrar, salió
Mohamed extrañado por la visita y sin fiarse mucho del visitante. Después del
saludo le explicó el porqué de su visita, dentro de la casa se oía la voz de
una mujer y de niños jugar Mohamed dijo algo en árabe y las voces y el ruido
cesó.
¾ Vamos
dentro, aquí hace mucho sol —me dijo al tiempo que se dirigía al interior de la
vivienda.
La puerta estaba cubierta por una
cortina de saco, apartó la cortina y entraron en la casa, el pasillo de entrada
conducía directamente al corral, a la mitad había dos puertas una a la
izquierda, otra a la derecha. Entraron por la puerta de la derecha, la
habitación era cuadrada, al fondo una chimenea, en los laterales dos armarios
de obra, en el centro de la habitación, una mesa redonda y cuatro sillas; a la
derecha una ventana que daba al exterior.
¾ Siéntese,
por favor, ¿Quiere usted tomar algo?
¾ No
gracias, no es necesario.
Se sentaron alrededor de la mesa. En ese
momento entro su mujer, sacó de un armario una jarra de agua y dos vasos y los
puso sobre la mesa, luego sacó un plato con unas galletitas de miel y almendra
y se marchó sin decir palabra.
¾ Gracias
señora —le dijo.
¾ Dime:
¿Qué quiere que le traduzca?
Mohamed lo miraba, parecía tener prisa
por desembarazarse del visitante. Moreno sacó de su carpeta la hoja suelta
encontrada en su casa y se la entregó. Mohamed la cogió y la observó, su
expresión era de extrañeza.
¾ Esto
es árabe pero solo dice un nombre, lo demás no tiene sentido.
¾ ¿Cómo
que no tiene sentido?
¾ Sí,
que las letras no forman palabras, no significan nada.
¾ Pues
es un documento muy antiguo.
¾ Se
nota que este papel es antiguo, pero no te lo puedo traducir, tal vez sea un
acertijo, solo entiendo un nombre árabe –decía mientras le devolvía el
documento.
Fue en ese momento cuando se acordó de
los moriscos, hasta entonces solo pensaba en los musulmanes, pero después de la
conquista cristiana, la cultura árabe pervivió durante un tiempo hasta que
fueron expulsados de España. Le explicó a Mohamed la historia de los moriscos
en España y como escribían en aljamiado para preservar su cultura. El lenguaje
aljamiado consistía en escribir en castellano pero con letras árabes, ya que el
árabe se estaba perdiendo debido a la prohibición de usarlo y de enseñarlo a
los niños.
Mohamed cogió el documento de nuevo y lo
miró con una nueva perspectiva.
¾ Me
dices que traduzca las letras, eso es difícil pues hay varias equivalencias, a
mí me resulta más fácil traducir del francés al español.
¾ Vamos
a intentarlo, voy a escribir lo que tú me digas, piensa en las letras
equivalentes y que tengan sentido en español.
¾ En
los años que estuve en la universidad de Rabat no me enseñaron esto.
Estuvo observando un rato el papel y
finalmente comenzó a traducir:
“En el nombre del Dios clemente y
misericordioso, dueño del universo, soberano en el día de la retribución, es a
ti a quien adoramos, de ti es de quien imploramos socorro, dirígenos por el
camino recto.
¾ Esto
se refiere al Corán, nuestro libro sagrado —explico Mohamed.
Yo Mikha`il Ibn Manzur Ibn Jalaf
conocido con el nombre cristiano de Miguel Zubia-Granada Del Ojo, último
descendiente de mi sangre, tras la muerte de mi único hijo en la guerra de las
Alpujarras, a la edad de 50 años de viejo.
Vine a esta tierra, antaño
propiedad de mis antepasados a vivir los días que me quedan y escribir la
historia de mi familia que me contó mi padre y a este su padre y a este su
padre y así a lo largo de los siglos, y es voluntad del creador que mi linaje
se acabe con mi vida.
El cortijo de Huélago, fue una
alquería a la que llamábamos Iliwas que estaba unida a nuestra familia desde
los tiempos de la oscuridad, cuando adorábamos a dioses falsos, cuando los
cristianos llegaron a nuestra tierra nos marchamos a Wadix y abandonamos estas
tierras que había sido la base del sustento de nuestra familia. Dios nos
castigó por eso y la reina Isabel los entregó a los caballeros que le
acompañaban y que hoy son los dueños de la tierra. En la guerra de Granada mi
abuelo fue apresado por los reyes y cristianizado por la reina que le puso el
nombre de Fernando y como apellido el lugar donde fue atrapado La Zubia. Desde
entonces hemos servido a los reyes de España como traductores y consejeros en asuntos
de moros.
Decretada la expulsión, mi labor no
era necesaria, aun así he pagado 5.000 ducados
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