Penélope se despertó en la oscuridad. Su
cuerpo temblaba y su garganta sollozaba. Comenzó a recordar bruscamente como la
sujetaban por detrás y le tapaban la boca, el trapo estaba húmedo y debía
contener algún líquido que la durmió rápidamente. Al principio movía su cuerpo
con dificultad, la oscuridad era absoluta, poco a poco fue cogiendo soltura y
comenzó a palpar donde se encontraba. Era una cama, podía tocar el borde del
colchón, apoyó las manos y se sentó, giró su cuerpo y los pies encontraron el
frío suelo. Se quedó quieta. Por el tacto parecía cemento, su frialdad aumentó
los temblores y tuvo que cogerse las rodillas, solo entonces se dio cuenta de
que estaba desnuda y tenía frío, por eso temblaba. Buscó algo de ropa a su
alrededor, no encontró nada, ¿dónde estaría su ropa? Ya no sollozaba, tenía
prioridad averiguar por qué se encontraba allí. ¿Qué había ocurrido? ¿Sería una
broma? Pero aquello no parecía una broma.
Le dolían los ojos de intentar ver en la
oscuridad. Palpó con las manos el suelo y se arrodilló, comenzó a andar a
cuatro patas hacia el frente, no quería caerse por algún agujero. Iba contando
los pasos intentando averiguar dónde se encontraba, cada vez que apoyaba una
mano en el suelo, con la otra palpaba la oscuridad hasta que encontró la pared,
por el tacto también parecía de cemento, «algo más de un metro desde la cama».
Respiró hondo y se puso de pie, intentó
tocar el techo pero no encontró nada. Con una mano en la pared y la otra al
frente volvió a andar hacia la derecha, pronto llegó a la esquina, «otro metro
desde que encontré la pared». Palpó con decisión la nueva pared y un metro
después se golpeó la pierna con la cama, «la puerta debe estar hacia el otro
lado». Inició de nuevo el recorrido en
sentido contrario. Puso su mano sobre la pared y la fue deslizando, giró en la
esquina «un metro» y continuó hasta la siguiente esquina «tres metros esta
pared» su mente calculaba rápidamente.
Siguió palpando la pared hacia la
izquierda, concentrada en calcular las distancias para realizar un esquema de
la habitación y averiguar dónde se encontraba la puerta «¿dónde estará la maldita
puerta?» y llegó a una nueva esquina, «tres metros y no hay una mierda de
puerta». Volvió a respirar hondo y continuó «¡tiene que haber una jodida puerta!».
En la siguiente esquina solo pensó «¡Dios mío!, si ando un metro más sin
encontrar la puerta es que voy a morir».
Un metro después volvió a palpar la cama,
se sentó en ella y se puso a llorar, «estoy atrapada y la habitación no tiene
puerta, voy a morir. ¡Dios mío, ayúdame!». Poco después volvió a respirar hondo
y dejó de llorar «tengo que continuar buscando una salida, ¿por dónde he
entrado?, tiene que haber una puta salida, ¡mierda!» Su pensamiento le llevó a levantar la cabeza y
mirar hacia arriba, solo vio la maldita oscuridad. Se puso de pie e intentó
alcanzar el techo pero su mano no llegaba. Saltó todo lo que pudo y tampoco
encontró nada. Se subió a la cama e hizo lo mismo, todo fue inútil.
Analizó la situación, alguien la había
secuestrado al volver de la discoteca a su casa, en el trayecto que hay desde
la parada del autobús hasta la entrada a su lujosa urbanización donde había
vigilantes jurados las 24 horas del día. No tuvo tiempo de avisar, ni siquiera
escuchó un ruido que la alertara, debían de estar esperándola, todo fue muy
rápido. ¿Pedirán un rescate por mí? ¡Dios mío!
Si quisieran dinero no me tendrían así, ¿Por qué me han desnudado y me
han metido en este habitáculo oscuro y sin puertas? ¿Me querrán como esclava
sexual? ¿O simplemente me dejaran morir sin ningún tipo de piedad? De nuevo
comenzó a llorar, esta vez no se cortó y lloró durante mucho tiempo. Le dolía
la garganta y se encontraba cansada pero solo tenía ganas de llorar.
Recordó cuando salía con Lilith, pasaba
toda la noche sentada en una mesa o bailando pero no se divertía. Desde que
decidió romper con ella y ligar con hombres, se sentía más realizada, el sexo
con mujeres le gustaba pero los hombres le daban más placer y además no se
enamoraban, solo querían hacerlo sin más. Lilith en cambio la quería para ella
sola, sin compartirla con nadie, pero ella no quería atarse.
Esa noche se había divertido mucho, nada
más llegar a la discoteca conoció a Carlos, le gustaban los tíos cachas, tropezó
con él por casualidad al salir de los lavabos donde había comprado las drogas
para esa noche, unos gramos y unas pastillas, solo para animarse. Lo miró y le
sonrió, él la siguió hasta la barra y la invitó a un whisky, luego la llevó a
su coche donde compartieron los gramos que había comprado e hicieron el amor en
los asientos de atrás. Cuando terminaron la invitó a continuar la fiesta en su
casa, pero ella quería seguir bailando y volvió a la discoteca. El alcohol y
las drogas habían puesto su cuerpo y su mente en la sexta velocidad y
necesitaba desahogarse. Bailó durante varias horas hasta que tuvo que ir
corriendo a los lavabos a vomitar, las putas pastillas siempre le hacían
vomitar. Se sentía mareada y decidió salir a la calle a tomar el aire. Le
apeteció fumar pero no encontraba el paquete de tabaco «se me habrá caído al
vomitar». Un chico le ofreció tabaco, era muy joven, le aceptó el cigarrillo y
charlaron sentados en el capó del coche sobre la noche y la oscuridad. El chico
charlaba mucho y no se decidía, tuvo que ofrecerse ella, «entramos en el coche
y hacemos el amor», novato total, ni siquiera llevaba condones y además era
virgen. «!Qué importa!, mañana tomaré la píldora del día después, pero esta
ocasión no me la pierdo» Nunca había estado con un chico virgen, le gustó la
idea de enseñarlo y se divirtió de lo lindo. El pobre estaba tan nervioso que
se apresuraba a hacer todo lo que ella le pedía, se portó bien y la hizo
disfrutar. Cuando terminaron le pidió el teléfono para volverse a ver. Ella le
dio un número falso y se marchó de nuevo a bailar. «Ni siquiera le he
preguntado su nombre» recordó después.
El frio y los temblores le hicieron volver
a la realidad, aun así sus parpados le pesaban cada vez más y finalmente se
durmió. Al despertar pensó que todo había sido un sueño, incluso sonrió por el
mal rato que había pasado en aquella pesadilla. Fue a encender la luz y no
encontraba la llave, tampoco la mesita, seguía desnuda y su cuerpo temblaba de
frio. Dio un salto de la cama y el contacto con el cemento le hizo chillar, su
cuerpo se agarrotó y cayó. El pánico se apoderó de ella y gritó histéricamente
hasta que su garganta no pudo emitir más sonidos. En seguida fue consciente de
su situación, se levantó y recorrió toda la habitación, no encontró nada nuevo.
Salvo la cama, el colchón y ella no había nada más en aquel habitáculo o lo que
fuera.
Ahora tenía la certeza de que había sido
secuestrada y encerrada en aquel lugar. No sabía por qué. ¿Quién podía tener
interés en secuestrarla? ¿Alguien la había seguido? No recordaba nada que le
hiciera pensar que la habían espiado. Ni siquiera se le ocurría un sospechoso.
No entendía nada. ¿Por qué estaba allí? «¿Qué he hecho yo para que me ocurra esto?».
De pronto un rayo atravesó su celebro, su terrible migraña acababa de aparecer
y tenía sed, las drogas que había tomado le provocaban mucha sed, pero allí no
había agua y sin agua moriría pronto. «¿Cuántos días podré aguantar sin comer y
sin beber?». Su cabeza giraba de izquierda a derecha intentando negar la
realidad, «no, eso no puede ser» repetía una y otra vez. «El secuestrador
vendrá a traerme agua y comida, si muero no le sirvo para nada. ¿Y si me ha
secuestrado alguien que quiere que muera? »
Se acurrucó en la cama como si fuera un
ovillo para darse todo el calor posible. No recordaba los días que llevaba
allí. No podía recordarlo. Sin saber por qué Lilith absorbió sus pensamientos.
Lilith era su mejor amiga desde el instituto. A Penélope no le gustaba lo gótico pero aceptó su filosofía, pensaba
que por amor. Ocurrió en su quince cumpleaños, Lilith se encargó de prepararle
una fiesta en su casa y a pesar de que invitaron a todo el mundo no acudió
nadie. Penélope nunca supo que su amiga llamó a todas sus amistades anulando la
fiesta y pidiéndole que no la felicitaran ni le comentaran nada. Tampoco se
extrañaron cuando al día siguiente las vieron aparecer por el instituto, cogidas
de la mano y vestidas de negro, sin relacionarse con nadie más.
Sin embargo el día de su cumpleaños habían
sucedido otras cosas que cambiaron su vida. Al no acudir nadie, las dos
hicieron su fiesta solas, bebieron tanto que terminaron borrachas y en la cama
haciendo el amor. Penélope pensó que fueron las circunstancias y el alcohol
pero Lilith le demostró que aquello era amor, y ella la creyó. Fueron amantes
los dos años de instituto pero al llegar a la universidad la cosa cambió.
Penélope conoció a los hombres. Había un profesor con el que le gustaba fantasear
mientras hacía el amor con Lilith. Unos días antes de las vacaciones de navidad
no pudo entregar un trabajo por estar enferma y el profesor le dijo que se lo
llevara a su casa. A Penélope le pareció bien y por la noche fue a su casa, se
lo entregó y él la invitó a una copa o más bien a varias y terminaron en la
cama haciendo el amor durante toda la noche. Penélope se sintió más realizada
que nunca pero no le dijo nada a Lilith. Durante todo el curso mantuvo a los
dos amantes. Cuando llegó el verano se separó de su amiga y se marchó con su
familia al chalet de Marbella, su vida se llenó de fiestas, drogas y sexo. Al
volver rompió con Lilith y aunque intentó que siguieran siendo amigas, Lilith no
quiso saber nada más de ella.
Ahora la echaba de menos. «Si hubiera
estado con ella no me habría pasado esto». Penélope perdió la noción del tiempo
y las fantasías ocupaban todo su espacio. Ahora había vuelta a amar a Lilith.
Las dos volvían a correr cogidas de la mano y a besarse cuando nadie las
miraba. «Te quiero Lilith», le decía sonriéndole mientras su cuerpo apenas
tenía fuerzas para respirar.
Mientras en la superficie dos mujeres de
aspecto gótico hablaban:
¾
Nunca imaginaste, Lilith, que el refugio atómico
de tus padres serviría de tumba para la mujer que te despreció. Ha pasado una
semana, ¿crees que estará muerta?
¾
Para mí murió el día que me dejó.
Las dos mujeres se miraron, se besaron y
cogidas de la mano caminaron hasta el chalet cercano donde vivían.
FIN
0 comentarios :
Publicar un comentario