EL HOMBRE TORPE
Un día tuve que aprender
a estar solo, a vivir ligero,
pero ya no tenía edad para ser,
para sentir como el cielo viajero
con la torpeza del hombre primigenio.
Tenía orden de vivir sin corazón,
en lo que fue mi cuerpo primero,
entre ortigas que me quemaban,
entre un hombre solo y su miedo.
Me cansé de inventar historias
con palabras que sabían a dolor
imaginando que estabas sola en la noche
que no eras un falso producto del amor.
Por la noche y a escondidas de la soledad,
mordía un trocito de chocolate
con sabor a lágrimas amargas
que peleaban con la saliva en duro combate.
Nunca aprendí a vivir...
