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80 HISTORIAS DE TU AMOR Y EL MÍO

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jueves, 29 de octubre de 2015

POEMAS A LOS LABIOS Y A LAS MANOS DE UNA MUJER




Cuando se tiene una musa cualquier detalle sirve para componer un poema. Por ejemplos los labios o las manos de una mujer. Sirva de ejemplo dos poemas que escribí a comienzos de 1977 cuando hacía C.O.U.
Una tarde al volver del instituto, me pasé por la tienda de fotos y compré un carrete para mi máquina fotográfica. Cuando llegué a mi casa le puse el carrete. Poco después llegó Yusy, la chica de la que estaba enamorado entonces, y quise hacerle unas fotos.

Yusy era muy tímida, salió a la terraza a tomar el aire y yo la seguí con la cámara en la mano. Antes de que se diera cuenta de mi presencia, le hice una foto, pero al ver como la fotografiaba, quiso huir de allí, para evitar que le hiciera más. Mientras salía, le hice varias fotos sin fijar el objetivo. Unos días después al revelar el carrete vi que habían salido dos fotos en las que no se le veía todo el cuerpo; en una sonreía, y en otra, solo se le veían las manos, una la tenía abierta y otra cerrada. La abierta sobre el corazón, la cerrada protegiéndose con el poncho que llevaba puesto. Con la foto delante le escribí dos poemas:
Cuando le enseñé los poemas sonrió y dijo: muy bonitos.  Y ahí se quedó la cosa.

POEMILLA A TUS LABIOS
¡Princesa del divino imperio azul,
quién besará tus labios luminosos!
(Rubén Darío)

Son tus labios una flor
de margarita primaveral,
que entreabierto al color
blanco de tu esfinge dental,
expresan un candor
de un fresco cantar.
Son tus labios desnudos,
flor eterna de almendro,
cantiga de dioses perpetuos
en aquel bosque de cedros.
¿Sí? Son tus labios tímidos
para expresar palabras de amor
y pronuncian sueños vividos
en el bosque del dolor.
¿Sí? Expresan tus labios la duda
que siente tu corazón.
Y yo te digo en esta canción,
si el amor es lo que buscas,
¿por qué no lees mi corazón?





 POEMILLA A TUS MANOS

La una, el puño cerrado,
el corazón, la otra, pretende enseñar.
Manos tímidas y dulces
que al ruiseñor hacéis temblar,
siento que en una ocultes
lo que la otra quisiera dar.
Manos blancas, de aterciopelado cariño
que el viento feliz, siente besar,
decidme: cuando acariciáis un niño,
¿no sentís su alma vibrar?
Siento que en una ocultes,
lo que la otra quisiera dar.
Las flores que visten los campos
en la azucena primaveral
quieren sentir de tus manos
el cáliz que la vida les dará.



Cuando con ellas acaricias las nubes
que por tu mente tienden a pasar,
y las moldees de inocentes cumbres,
¿qué manos te despertaran?
La una, el puño cerrado,
el corazón, la otra, pretende enseñar.
Siento que en una ocultes,
lo que la otra quisiera dar.



miércoles, 14 de octubre de 2015

HOSPITAL




Hace dos semanas pasé de nuevo por el hospital para una cirugía. Me colocaron una prótesis en la cadera derecha que estaba muy desgastada y me provocaba mucho dolor impidiéndome andar largas caminatas como a mí me gusta. Ahora estoy convaleciente y no tengo ganas de escribir ni de leer. Me siento extraño, inquieto y molesto. Me imagino que debe porque mi cuerpo detecta algo extraño y no le gusta, pero poco a poco me voy sintiendo mejor y ya comienzo a andar un poquito, aunque no quiero forzar y utilizo las muletas para mis paseos.
La operación es sencilla. Te ponen anestesia epidural, la misma que a las mujeres en el parto y los oyes trabajar como sierran y como golpean con el martillo como si el cirujano fuera un carpintero que corta y pega los huesos. Luego te llevan a una habitación llenas de enfermeras a la que llaman de reanimación y esperan que pase el efecto de la anestesia, controlando tu estado en todo momento por si necesitas transfusión de sangre o cualquier otra medida y cuando comprueban que estas bien te llevan a la habitación.
En mi caso, además antes de sacarme de allí, mediante un escáner, me durmieron el nervio de la pierna operada con la intención de que pudiera dormir esa noche porque el dolor es insoportable y los analgésico a veces no llegan a dominarlo. De nuevo se queda la pierna como si fuera un tronco de un árbol adherido a tu cuerpo.
No sé si la enfermera lo hizo bien o que la dosis fue pequeña, pero a media noche la pierna se despertó y el dolor era tremendo, pero ni siquiera se me ocurrió llamar por el timbre que tenemos al lado de la cama, por fortuna, entró una enfermera y al ver mi cara me dijo:

—Si te duele, ¿porqué no avisas?

Y se marchó volviendo con un bote de analgésico que me puso junto al gotero y enseguida me calmó. Aunque ya no me dormí.



La segunda noche me ocurrió algo similar, porque a eso de las cinco de la mañana se me pasó el efecto de los calmantes y comenzó el dolor. Tampoco avisé a nadie hasta que vino la enfermera de la mañana y me puso un bote de calmante. A partir de entonces cada vez que me dolía se lo decía a las enfermeras que me aumentaban la dosis de los calmantes y la cosa se llevaba mejor. Al tercer día me levantaron de la cama y comencé a andar con un andador, el dolor era intenso pero decían que tenía que mover la prótesis para que se engrasara y no se quedara fija. A la semana me dieron el alta y unas muletas con las que me puedo mover, y que aún hoy utilizo, y me fui a Roquetas para mi rehabilitación.
En estos día he intentado escribir o leer, pero no tengo ganas de nada, solo escribí un poema contando lo que acabo de describir pero con la visión de un poeta.




HOSPITAL

PRIMERA NOCHE.

La pierna parece muerta
como una rama ajena a mí,
ya no me pertenece.

Cuando despierta, viene acompañada
del monstruo que la ha enamorado.
Dolor es un monstruo de color enfermizo
que surgió de las aguas del río
para ver la luna sangrante
que vivía en Granada.

Suspiro y surge un murmullo confuso
que grita en una lengua extraña
en el límite de lo oscuro
y es mecido por el viento de la habitación.

El suspiro parece agonizante,
como el eterno rocío cuando sale el sol,
pero yo veo un monstruo
que me trae flores ponzoñosas
al caer la noche en Granada
llenando de estridencias la habitación.

Entra la enfermera simpática,
la que sonríe con los ojos,
la que ve mi sufrimiento y mi dolor.
Lo reconoce. Ella reconoce al dolor,
entra por mis venas para callarlo,
y lo calla, luego me mira
y se marcha sonriendo.

Entonces suspiro y me duermo
soñando monstruos que me muerden la pierna,
como zombis sangrantes
que se apoderan de mi sueño
y yo no puedo huir,
no puedo correr,
y me dejo morder como si fueras tú.

A la mañana siguiente
vuelvo a luchar contra el dolor,
como si luchara conmigo mismo.


SEGUNDA NOCHE

El monstruo llegó por la noche,
parecía de roca lúgubre en la oscuridad
y cantaba una canción
que sabía a desolación.

La luna carmesí me miraba,
observaba como temblaba la soledad,
entonces me enfurecí como nunca,
y creé un lago de nenúfares,
de flores blancas y amarillas,
y creé un sol enrojecido
por el dolor y la desolación.

Una nube tapó el sol,
y las aguas se asustaron,
y las flores se marchitaron,
y la luna carmesí se marchó
cantando una canción:
Desolación.

La pierna parece muerta
como una rama caída del árbol,
que poco a poco vuelve a mí.

De nuevo me pertenece.





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