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lunes, 11 de agosto de 2014

UN RELATO MEDIEVAL





1
El rey de Alban ha muerto.



Perthisre, Escocia, 25 de noviembre de 1034

La espesa lluvia y la ausencia de luna impedían ver el camino por donde cabalgaban a toda velocidad. Aquel bosque era propicio para un ataque pero con ese tiempo ningún diablo saldría de sus casas, ni siquiera para una emboscada. Parecía una de esas noches malditas donde las brujas realizan sus conjuros. El rey de Albán había muerto y el Consejo de Clanes debía elegir otro miembro con sangre real para que ocupara el cargo vacante. El nuevo rey debía ser elegido por el Consejo antes del entierro en la isla de Iona. Después del entierro debía ser investido por el prior como rey de Albán. Ese era el acuerdo con el que sus antepasados pictos habían llegado con los escottis procedentes de la isla de Irlanda hace varios siglos. Sin embargo siempre había que combatir la tentación de que el rey eligiera su sucesor.
El Consejo de Clanes estaba formado por todos los nobles de los cuatro sub-reinos que formaba el reino de Alban, incluidos los reyes que ostentaban distintos títulos pero cuyo poder dependía de la fuerza de las familias que gobernaban. El rey tenía derecho a un ejército que debía mantener y los demás señores debían aportar los hombres que le correspondían. Sin embargo las revueltas eran continuas y las batallas para garantizar el poder de los reyes innumerables. Los nobles se aliaban o se enfrentaban para tener más poder o para que el vecino no lo tuviera.
MacBethad cabalgaba junto a sus hombres para llegar lo más pronto posible al monasterio. Como Maoer había sido convocado, igual que el resto de nobles. Además su ascendencia le permitía tomar el trono como nieto del rey Malcolm II y su esposa era nieta de Kenneth II por lo tanto tenía ascendencia por línea paterna y por línea materna. Pero debía de contar con los apoyos necesarios para no errar su proyecto. Para eso quería llegar primero y ofrecer acuerdos ventajosos, no se fiaba de su principal oponente Donchadh Mac Crínáin, hijo de Crinán, abad del monasterio de Dunkenld y de Bethochija del rey Owen de Strathcycleque le había mostrado enemistad desde que sucedió en el trono como heredero legítimo por línea materna.
Cabalgaba preocupado, se jugaban mucho para pensar que los demás iban a actuar con juego limpio. Tenía la sospecha de que el abad pudiera acometer alguna estratagema para que su hijo fuera nombrado rey. Por ello había tomado algunas precauciones en una noche tan aciaga. No encabezaba la marcha de su pequeño ejército sino que iba vestido como un soldado más y en medio del grupo. Al frente, su lugarteniente, vestido con los colores de su casa encabezaba la formación militar que cabalgaba a todo galope. Iba pensando en lo que ofrecería a los demás nobles cuando su caballo tropezó con el anterior y casi cae al suelo. Escuchó los primeros alaridos y gritos de dolor. La mayoría de los hombres estaban por los suelos y eran saeteados sin que pudieran ver a sus enemigos. La oscuridad de la noche y la lluvia intensa del otoño impedían ver nada de lo que ocurría. Al parecer unos troncos cerraban el camino y los caballos tropezaron con ellos y lanzaron por los suelos a sus jinetes. Enseguida una lluvia de flechas cayó encima de ellos y la mayoría de los hombres murieron en los primeros momentos. Solo se oían gritos y maldiciones, ni siquiera había un lugar donde refugiarse y si lo había no se veía. MacBethad se dio cuenta de la situación y se agachó sobre su caballo que milagrosamente permanecía en pie y volviendo grupas lo espoleó tornando por donde había venido. Ninguno de sus hombres le siguió y se sintió solo. Poco después escuchó el galope de un grupo de caballos, no sabía si sería sus hombres o sus enemigos. Es probable que los suyos hubieran muerto y los perseguidores intentaran matarlo. No podía arriesgarse y se apeó del caballo, lo cogió por las bridas llevándolo muy corto para evitar que pudiera hacer ruido y abandonó el camino adentrándose en el espeso bosque. Siguió escuchando el ruido de la lluvia pero el agua ya no le caía directamente sino que se desprendía suavemente de las hojas de los arboles.
Anduvo durante varias horas sin saber dónde se encontraba. Por fin se decidió descansar y ató al caballo en unas ramas y se sentó debajo de un gran roble. Esperaría al amanecer para continuar.
La lluvia continuó durante el resto de la noche. Tuvo tiempo para reflexionar. Había caído en una emboscada tontamente, sabiendo lo que se jugaba debía de haber enviado un explorador por delate para comprobar que no había ninguna trampa. Pero no había tenido tiempo de pensar, su idea de llegar primero parecía que había sido utilizada por alguien que le conocía bien. ¿Quién sería el traidor? Podría ser cualquiera, indudablemente el responsable sería sin lugar a dudas Donchadh, pero también sabía que no podía demostrarlo ya que por la mañana todas las pruebas habrían sido destruidas por los atacantes o por la lluvia.
Presentarse solo en la reunión del Consejo era fracasar. Lo verían como derrotado y nadie lo apoyaría. Debía de regresar a su castillo y recomponer su ejército. Lo más probable era que los hombres que lo acompañaban hubieran muerto, incluso su primo y lugarteniente Edward. Afortunadamente el grueso de su ejército lo tenía desplegado en la frontera del reino de Strathcycle en previsión de una invasión por parte de este. Luego mandaría emisarios a los demás nobles para conocer la situación y actuar en consecuencia.
Con la oreja alerta por si oía algún ruido diferente a la lluvia, su mente se trasladó al pasado. Debería haber previsto que su primo haría alguna estratagema para que muriera y no pudiera reclamar el reino. Recordó como su abuelo Malcolm había matado a su primo que era el heredero legítimo al trono y la corana fue asumida por él. Ahora podría ocurrir algo parecido, salvo que milagrosamente había escapado de la emboscada pero se encontraba perdido en un bosque sin saber hacia dónde había caminado ni donde estaban sus enemigos.
Desde la victoria sobre Canuto, rey de Inglaterra y de Dinamarca, en 1018 en Carham, el reino de Pichland o Alba como lo llamaban ahora había conseguido cierta unidad de mando en su rey, sin embargo existían todavía cuatro reyes como gobernantes de los cuatro territorios más importante de las tierras pictus.
Había que acabar con el poder de esos gobernantes y tener un solo rey para todo el territorio, Strathcycle, Boercia, Dal Riada y Pichland debían desaparecer como reinos y él Mormaer de Moray podría ser el lazo de unión de todos.
Hacía siglos que los pictos y los gaelos se habían fusionado y constituido un reino único. La lengua de los pictos se estaba olvidando por sus dificultades fonéticas y el gaélico se hablaba por toda la población, incluso los sajones se había adaptado a la nuevas lengua como medio de comunicación. El nuevo reino de Albán o de Scotland debía de ser el reino de todos.
Su pensamiento se vio interrumpido por un ruido lejano de voces que se oía a lo lejos. Se levantó y cogió su caballo y se dispuso a huir en dirección contraria. Ni se había dado cuenta de que había dejado de llover y las nubes se habían marchado porque la claridad del amanecer se filtraba entre los árboles que aún dejaba caer lentas gotas de agua.
Sintió curiosidad por quien producía ese ruido y se dirigió imprudentemente hacía él. Poco después lo situó cercano y ató su caballo para acercarse a pie. Las voces se hicieron claras tras un montículo y se arrastró hasta que pudo ver lo que ocurría. Un grupo de hombres cavaban un gran agujero junto a un camino, se dio cuenta de que al lado, un montón de cuerpo se amontonaban esperando ser enterrados en aquella sepultura. Se trataba de sus hombres masacrados en la emboscada. Al parecer en lugar de alejarse del lugar había estado dando vueltas en la oscuridad para volver al mismo lugar.



LA PRIMERA POESÍA

(Dibujo de Azel Highwind)

Curso, 1965-66.- 8 años.
A LA PAR QUE EL SILENCIO

A la par que el silencio,
a mi casa quiero llegar.
¡A jugar! ¡A jugar!


*****
Yo vivía en un pequeño pueblo, de nombre Huélago, en una casa muy grande al comienzo del Barrio Alto, aunque en realidad la calle se llama Alhambra. Esta tenía un corral donde podíamos jugar y al lado un huerto con higueras y sembrados de mi padre donde teníamos prohibida la entrada. Enfrente de mi residencia vivía Baena, uno de mis mejores amigos. Todos los días, en cuanto salíamos de la escuela, nos íbamos a jugar a mi casa. Un día hablamos de construir nuestra propia choza en el corral para llevar allí a todos nuestros juguetes. Sería nuestro palacio.
Por la noche se me ocurrió que yo podría construirla y darle una sorpresa. Naturalmente no se lo dije a nadie. Era mi secreto. Fui reuniendo los materiales que necesitaba y cuando los tuve listos me preparé para construirla.
El cielo estaba nublado y amenazaba lluvia. Perfecto. Eso significaba que tenía que darme prisa para terminarla antes de que comenzara a llover. La gracia de la choza estaba en que podíamos refugiarnos si llovía y jugar dentro o simplemente ver caer la lluvia sin mojarnos. Todo un acontecimiento a esa edad.
Pero los planes no siempre salen como uno quiere y en cuanto llegué a casa mi padre me gritó:
  ¡Niño, los conejos no tienen hierba!
   ¡Voy ahora mismo! —le contesté con mal humor.

Sabía lo que simbolizaba. A  mis ocho años, ese era el trabajo que me habían encomendado mis padres; mis hermanos mayores y mi padre eran jornaleros, mis hermanas y mi madre hacían los trabajos de casa. Yo, aparte de la escuela, era el responsable de la alimentación de los conejos y de limpiar la zahúrda, y me gustaba  cumplir.
Todos los días, al salir de la escuela, cogía un saco vacío y me dirigía al campo a recoger hierba, era un trabajo difícil pues había que saber distinguir entre la hierba buena y la venenosa, la que más les gustaba a los animales y la que les provocaba diarrea.
Aquel día tenía prisa por acabar la choza, y me contrarió que mi padre me recordara mis obligaciones. Cogí el saco y corrí en dirección a la Pocilla, salté de un brinco el Ramblón y me metí en un maizal que había en la Parata Zorrica. Sabía que allí había un buen careo de Mocos de Pavo y llené el saco en un momento hasta la boca. En media hora había vuelto con mi carga a la espalda. Limpié las conejeras de cagarrutas, con una escoba de rama, y puse la hierba en los comeeros.
Solo entonces me puso a trabajar en mi proyecto. Cuando terminé, cogí mis juguetes, mis libros y me metí dentro al tiempo que comenzaba a llover. Era bonito ver como llovía fuera de la choza y no me mojaba. Mientras esperaba, a que viniera mi amigo, bien pude escribir una poesía como esta.
Realmente ignoro cómo y cuando escribí esta poesía. Solo sé que estaba escrita en una libreta de la escuela del año 1965. Había dos libretas: esta y otra de 1967, ambas tenían poesías, junto a los problemas de matemáticas. Hacia 1973 mis padres reformaron la casa y quitaron el tejado. Todos los muebles y enseres se llevaron a una casita del Arrecife. Cuando se terminaron las obras, se volvieron a su lugar. Fue entonces cuando eché en falta esas libretas y algunos libros antiguos y que tenía valor de coleccionista. Seguramente, alguien consideró que las libretas estaban gastadas y las tiró sin saber que yo las guardaba por las poesías.
Solo conseguir recordar una poesía corta y sencilla de cada libreta, las demás, fueran originales o copiadas, se perdieron.
Tampoco puedo recordar como comencé esto de escribir sentimientos a través de la poesía. Seguramente quise hacer como los poetas que venían en la enciclopedia y en algunos libros que había en la escuela.
En cualquier caso, recuerdo escribir poesías en esas chozas que construía en mi corral y que mis padres destruían cuando les estorbaban y que yo volvía a reconstruir.

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