Hoy quiero poneros esta poesía que escribí hace muchos años sobre mi boda y que se perdió. He tardado en recomponerla al menos seis meses y es que recordar cuesta trabajo. Pero poquito a poquito la fui recomponiendo. Naturalmente va acompañada de su historia. La única foto sobreviviente de mi boda la he convertido en dibujo para que así acompañe este poema para el próximo libro de poesías que publicaré.
En la foto de izquierda a derecha: en el fondo Yipy y yo, delante, su abuela Marcela (fallecida); su tito Paco; su tita Paquita y detrás su marido Tite (fallecidos).
Curso
1977-78.- 20 años.
La Novia.
A
la novia le acompaña el novio y unos amigos.
Detrás,
familiares y testigos.
La
novia no va vestida de blanco.
No
hay blanco para ella.
Solo amor.
Mi amor. Y yo callado.
La
novia no va vestida de blanco.
El
cura tiene prisa, una boda es mucho trabajo.
La
novia ya se ha casado, pero nadie la salvará del castigo
por
seguir su corazón y vivir conmigo.
Solo amor.
Mi amor. Y yo callado.
¿Y Dios
qué dirá? Dios no hablará, está callado.
La
novia no va vestida de blanco.
No
hay blanco para ella.
Solo amor.
Mi amor. Y yo callado.
¿Quieres?
Sí. ¿Me quieres? Sí. Yo también.
Solo amor.
Mi amor. Y yo callado.
Para
que preguntan, si ya estamos casados.
A
la novia le acompañan, el novio y unos amigos.
Detrás,
familiares y testigos.
Solo amor.
Mi amor. Y yo callado.
*****
Vivíamos juntos desde el 10 de octubre de 1977. Esa era
nuestra fecha de matrimonio. Sus padres no tuvieron más remedio que aceptar el
hecho consumado. Pero claro, no habíamos pasado por la vicaria.
Parece que un día le dijo su madre que «cuándo se iba a casar
por la iglesia». Ella me lo dije y le contesté que «lo que tú quieras». De
todas formas fui a los juzgados a preguntar que hacía falta para casarse por lo
civil y me dijeron que lo primero una declaración de que renunciaba a la «fe
católica». A mí me dio risa y me tuve que ir con prisas por la cara del
funcionario. Me olvidé de lo civil.
Fuimos a Huélago y hablamos con el cura e hicieron los
preparativos. Fijaron la fecha para el domingo doce de febrero de 1978. Fue una
boda algo accidentada.
Para acompañarnos vinieron unos amigos de Guadix: Moya,
Loly y Antonia que nos habían apoyado en nuestro amor. Mi familia, su familia y
algunos testigos más. Antes de salir de casa cogí mi máquina de fotos y la
probé para dársela a alguien que nos hiciera las fotos. ¡No funcionaba! Le
cambié el carrete y no avanzaba. Estaba rota. ¡Mala suerte! No habíamos
contratado a ningún fotógrafo porque no teníamos dinero para eso. Bueno, lo
mismo alguien trae cámara de fotos. Salimos de mi casa del Barrio Alto, y
tiramos por la Pocilla hasta su casa, donde nos esperaban sus familiares. Su
tío, Paco de la Marcela, tenía cámara de fotos y hablé con él para que fuera
nuestro fotógrafo. Me dijo que sí, y se lo tomó en serio. Nos pidió que nos
pusiéramos todos juntos en la puerta y no hizo la primera foto. En eso que se
asoma el cura por el Canto de los Carros, para decirnos que nos diéramos prisa.
De camino de la iglesia, mi amigo Moya me preguntó si nos hemos comprado los
anillos. Resulta que para casarse hacen falta dos anillos. ¡Joder! Y nadie nos
había dicho nada. Se supone que debíamos saberlo, pero resulta que nunca me
había casado antes. A ninguno de los dos
se le ocurrió lo de los anillos. Nos prestaron los suyos, ya que ellos si estaban
casados.
Comenzamos la ceremonia y todo fue bien hasta que su tío
Tite me dio unas monedas antiguas que me dijo eran «las arras». Yo le pregunté
«esto para que es». El cura al darse cuenta paró la ceremonia y me lo explicó,
yo me lo tomé al pie de la letra y se las di a Yipy, antes de que debiera
hacerlo. ¡No! ¡No! Todavía no tenía que dárselas. Me las devolvió para
repetirlo y armamos un pequeño jaleo que cabreó al cura. La segunda vez nos salió
bien. Luego en la escena de los anillos nos da la risa porque nuestros amigos
tenían las manos más pequeñas y no nos cabían en los dedos correspondientes.
Bueno, lo importante era casarse. Terminamos la ceremonia y el cura pudo irse a
su casa en Fonelas, seguramente muy cansado.
Salimos de la iglesia y nos fuimos a mi casa a dar un
pequeño aperitivo a los familiares y amigos. Al día siguiente por la mañana nos
fuimos en la Autedia a Granada a seguir con nuestros estudios.
Unos días después, nuestro improvisado fotógrafo, el Tito
Paco nos dejó las fotos y los negativos en casa de mi suegra para que nos las dieran y se perdieron. Nadie
sabía nada de las fotos y negativos. Pasó el tiempo sin que nadie averiguase ni
quisiera saber nada de las fotos y un día en casa de la madre de mi mujer, abrí
un libro del mueble del salón y me encontré esta foto que acompaña el texto. Era
la prueba de que las fotos habían estado allí. Se trata de una foto que nos
hicieron de la visita a su abuela Marcela, la madre de su madre, que no había
podido venir a la ceremonia, pero del resto de fotos y de sus negativos nunca
más se supo. Nos quedamos sin álbum de bodas. Tampoco nadie quiso averiguar qué
había pasado. Jejejejeje.