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martes, 15 de julio de 2014

HAY BODAS Y BODAS

Hoy quiero poneros esta poesía que escribí hace muchos años sobre mi boda y que se perdió. He tardado en recomponerla al menos seis meses y es que recordar cuesta trabajo. Pero poquito a poquito la fui recomponiendo. Naturalmente va acompañada de su historia. La única foto sobreviviente de mi boda la he convertido en dibujo para que así acompañe este poema para el próximo libro de poesías que publicaré.

 En la foto de izquierda a derecha: en el fondo Yipy y yo, delante, su abuela Marcela (fallecida); su tito Paco; su tita Paquita y detrás su marido Tite (fallecidos).



Curso 1977-78.- 20 años.
La Novia.
A la novia le acompaña el novio y unos amigos.
Detrás, familiares y testigos.
La novia no va vestida de blanco.
No hay blanco para ella.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
La novia no va vestida de blanco.
El cura tiene prisa, una boda es mucho trabajo.
La novia ya se ha casado, pero nadie la salvará del castigo
por seguir su corazón y vivir conmigo.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
¿Y Dios qué dirá? Dios no hablará, está callado.
La novia no va vestida de blanco.
No hay blanco para ella.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
¿Quieres? Sí. ¿Me quieres? Sí. Yo también.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.
Para que preguntan, si ya estamos casados.
A la novia le acompañan, el novio y unos amigos.
Detrás, familiares y testigos.
Solo amor. Mi amor. Y yo callado.

*****
Vivíamos juntos desde el 10 de octubre de 1977. Esa era nuestra fecha de matrimonio. Sus padres no tuvieron más remedio que aceptar el hecho consumado. Pero claro, no habíamos pasado por la vicaria.

Parece que un día le dijo su madre que «cuándo se iba a casar por la iglesia». Ella me lo dije y le contesté que «lo que tú quieras». De todas formas fui a los juzgados a preguntar que hacía falta para casarse por lo civil y me dijeron que lo primero una declaración de que renunciaba a la «fe católica». A mí me dio risa y me tuve que ir con prisas por la cara del funcionario. Me olvidé de lo civil.

Fuimos a Huélago y hablamos con el cura e hicieron los preparativos. Fijaron la fecha para el domingo doce de febrero de 1978. Fue una boda algo accidentada.

Para acompañarnos vinieron unos amigos de Guadix: Moya, Loly y Antonia que nos habían apoyado en nuestro amor. Mi familia, su familia y algunos testigos más. Antes de salir de casa cogí mi máquina de fotos y la probé para dársela a alguien que nos hiciera las fotos. ¡No funcionaba! Le cambié el carrete y no avanzaba. Estaba rota. ¡Mala suerte! No habíamos contratado a ningún fotógrafo porque no teníamos dinero para eso. Bueno, lo mismo alguien trae cámara de fotos. Salimos de mi casa del Barrio Alto, y tiramos por la Pocilla hasta su casa, donde nos esperaban sus familiares. Su tío, Paco de la Marcela, tenía cámara de fotos y hablé con él para que fuera nuestro fotógrafo. Me dijo que sí, y se lo tomó en serio. Nos pidió que nos pusiéramos todos juntos en la puerta y no hizo la primera foto. En eso que se asoma el cura por el Canto de los Carros, para decirnos que nos diéramos prisa. De camino de la iglesia, mi amigo Moya me preguntó si nos hemos comprado los anillos. Resulta que para casarse hacen falta dos anillos. ¡Joder! Y nadie nos había dicho nada. Se supone que debíamos saberlo, pero resulta que nunca me había casado antes. A  ninguno de los dos se le ocurrió lo de los anillos. Nos prestaron los suyos, ya que ellos si estaban casados.

Comenzamos la ceremonia y todo fue bien hasta que su tío Tite me dio unas monedas antiguas que me dijo eran «las arras». Yo le pregunté «esto para que es». El cura al darse cuenta paró la ceremonia y me lo explicó, yo me lo tomé al pie de la letra y se las di a Yipy, antes de que debiera hacerlo. ¡No! ¡No! Todavía no tenía que dárselas. Me las devolvió para repetirlo y armamos un pequeño jaleo que cabreó al cura. La segunda vez nos salió bien. Luego en la escena de los anillos nos da la risa porque nuestros amigos tenían las manos más pequeñas y no nos cabían en los dedos correspondientes. Bueno, lo importante era casarse. Terminamos la ceremonia y el cura pudo irse a su casa en Fonelas, seguramente muy cansado.

Salimos de la iglesia y nos fuimos a mi casa a dar un pequeño aperitivo a los familiares y amigos. Al día siguiente por la mañana nos fuimos en la Autedia a Granada a seguir con nuestros estudios.

Unos días después, nuestro improvisado fotógrafo, el Tito Paco nos dejó las fotos y los negativos en casa de mi suegra para que nos las dieran y se perdieron. Nadie sabía nada de las fotos y negativos. Pasó el tiempo sin que nadie averiguase ni quisiera saber nada de las fotos y un día en casa de la madre de mi mujer, abrí un libro del mueble del salón y me encontré esta foto que acompaña el texto. Era la prueba de que las fotos habían estado allí. Se trata de una foto que nos hicieron de la visita a su abuela Marcela, la madre de su madre, que no había podido venir a la ceremonia, pero del resto de fotos y de sus negativos nunca más se supo. Nos quedamos sin álbum de bodas. Tampoco nadie quiso averiguar qué había pasado. Jejejejeje.



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